¿El final del milagro chino?

  • La economía más dinámica del planeta sigue creciendo a un ritmo estratosférico.
  • Pero también muestra algunas señales de flaqueza.

China es sobrecogedora y espeluznante.

Es lo mejor que se puede decir después de haberla conocido de cerca. La espectacularidad de las cifras y la rotundidad de algunas megalópolis como Shanghai y Pekín son abrumadoras.

Se trata de ciudades habitadas por 18 ó 20 millones de personas, con barrios donde caben Madrid o Barcelona enteras.

Otras más ‘pequeñas’, como Tianjin, donde viven casi 10 millones de chinos, tienen en proyecto urbanizaciones

para un millón de personas o planes urbanísticos que harían las delicias del Pocero de Seseña, como el que pretende convertir en un
continuo de pisos y edificaciones sin interrupción los 50 kilómetros que hay entre esta localidad, situada a 120 kilómetros de Pekín, y el mar.

Los primeros problemas derivados de tal gigantismo se dejan notar ya en esas ciudades. Aunque una de las características del país son sus bajos precios, los de la vivienda se han disparado e incluso se empieza a hablar de burbuja inmobiliaria en la capital china.

Hay que irse a ‘pueblos’ de 3 millones de habitantes como Shian, donde los famosos guerreros de terracota, para encontrar pisos en condiciones aceptables. Su potencial de crecimiento inmobiliario es tal que está atrayendo a compañías foráneas.

Paseando por el Mercado de la Seda pekinés, conocí a una pareja de jóvenes españoles que se ha trasladado a vivir allí. Él, profesional del sector, me explica que se esperan buenos años para el negocio en Shian porque los precios son aún razonables, aunque se espera también que pronto alcance los niveles de Pekín o Shanghai.

Otras preocupaciones de las autoridades económicas son la previsible falta de mano de obra barata en los próximos años y la preocupante afición de los chinos a invertir su dinero en Bolsa.

La inacabable oferta de trabajadores a bajo precio sobre la que se ha fundamentado el

milagro chino, un empleado de la industria cobra unos 100 euros al mes y un obrero de la construcción, 50,
puede entrar en crisis en tan sólo dos años.

Las previsiones demográficas apuntan que la cifra de trabajadores sobrantes del medio rural que pueden engrosar las filas de este empleo low cost es de unos 50 millones, en lugar de los 150 que se pensaba hace unos años.

Si se mantiene la demanda de empleados y baja la oferta de candidatos, habrá que subir los sueldos.

La afición al juego es un signo de identidad de la población china. Quizá por eso no paran de crecer las inversiones en Bolsa de las familias. Algunas han hipotecado su casa o desviado fondos de la jubilación para comprar acciones en un mercado bursátil que sube al 50%.

La economía más dinámica del planeta, capaz de crecer a ritmos del 9% anuales gracias al esfuerzo de sus más de 1.300 millones de habitantes, ha generado ya un millón de multimillonarios en un Estado de supuesto corte comunista.

Pero, ojo, aquellos que ven aquí un mercado con inmensas posibilidades deben ser realistas y conocer que la parte de población con un poder adquisitivo aceptable, aquellos que pueden adquirir productos de importación, serán poco más del 10%: unos 150 millones de chinos. Que tampoco está nada mal, pero son una ‘minoría’.

De Shanghai al cielo

Shanghai, la capital financiera china, es una muestra del poderío económico del país asiático con sus más de 4.000 rascacielos. Los edificios se alzan hacia las alturas a un ritmo endiablado ocupando el lugar de los barrios tradicionales.

Qué...

La economía china. Sigue su camino de transición desde un sistema centralizado a otro capitalista de mercado.

Quién...

La industria. Ha propiciado el 60% del crecimiento de la economía china en los últimos 12 años.

Cómo, cuándo...

El producto interior bruto (PIB). Será igual al de Estados Unidos en 20 ó 25 años si mantiene el ritmo actual de crecimiento.

Por qué...

Los bajos salarios. Las multinacionales han visto en China un amplio mercado para sus productos, pero sobre todo una oportunidad para rebajar los costes de fabricación por los bajos salarios que se pagan en el país.

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