El califato rosa

Rosa Aguilar aspira a la reelección para convertir a Córdoba en un icono cultural.
El aeropuerto de Córdoba, uno de los puntos de discordia de los candidatos.(Archivo)
El aeropuerto de Córdoba, uno de los puntos de discordia de los candidatos.(Archivo)
El aeropuerto de Córdoba, uno de los puntos de discordia de los candidatos.(Archivo)
Rosa Aguilar tiene una ambición: «Situar a Córdoba en el escaparate del mundo entero».La alcaldesa y candidata de IU a renovar su mandato por otros cuatro años cuenta con el apoyo del presidente Zapatero para convertir la ciudad en la capital europea de la cultura en 2016, y recibe frecuentes llamadas del Rey para que acoja y atienda a los invitados internacionales. Hace unos días, el dictador paquistaní Pavel Musarraf quedó deslumbrado. Pakistán es tierra de radicales islámicos y el general que lo gobierna con puño de hierro comprendió que Córdoba puede ser la ciudad del diálogo de las culturas, las religiones y las civilizaciones.

«Queremos que nuestro suelo sea

un espacio de encuentro entre pensamientos distintos y religiones diferentes para que el mundo avance en paz, respeto, diálogo y justicia», dice Rosa mientras paseamos los patios floridos de mayo, seguidos de grupos de turistas y simpatizantes. Sus palabras suenan bien y enlazan con el diálogo de las civilizaciones que promueve Zapatero. De momento ha conseguido que la Organización Mundial del Turismo elija Córdoba para el diálogo entre las religiones que tendrá lugar en octubre.

El Club de Madrid sobre el desarrollo de la sociedad civil en el mundo árabe se ha asentado en Córdoba, los dos grandes rabinos se han abrazado en Córdoba y, en Córdoba, en fin, la casa de Maimónides es ya un referente de la investigación del mundo sefardí.

Pero estamos en campaña electoral y el sentido de Estado de la alcaldesa de la ciudad que acrisola los restos de la civilización romana, el esplendor del califato y la sabiduría sefardí instala su oficina en la calle y compite con las ofertas de mejora que va sembrando el candidato del PP, José Antonio Nieto. Se trata de un abogado de 37 años que evolucionó desde el centrismo al PP y que ha lidiado con temple un partido presidido hasta el año pasado por María Jesús Botella, una mujer muy mandona, según dicen sus correligionarios, y con mucho apoyo de su hermana Ana Botella y de su cuñado José María Aznar.

Tras sustituir a Botella, Nieto aspira ahora a rebasar a Rosa en votos y concejales –el PP tiene 12, frente a los 13 de Rosa y los 4 de un PSOE local «emberrechinado» que ha jugado a la abstención– y recorre las barriadas obreras en compañía de su número dos, el ex comisario de la Policía Nacional Federico Cabello de Alba, sobrino de un ministro franquista, prometiendo seguridad y desarrollo. De Valencia lleva la idea del ‘telebache’, que es una línea 900 para que los vecinos denuncien las averías, y de Castellón, el dato del 6% de paro, frente al 18% de Córdoba.

Desde que comenzó la campaña, el candidato popular alienta la ‘fiebre del aeropuerto’. Y aunque Rosa ha negociado con AENA la ampliación de la pista, él quiere uno nuevo, y la acusa de haber perdido el tiempo. La imputación es muy grave en la patria de Séneca, el filósofo que dijo que no es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho. «Pero además es insidiosa» –replica Rosa–. «Hemos hecho un pacto por el empleo con unas ayudas de 44 millones de euros que comienzan a dar frutos y hemos realizado 660 obras». Obras son amores. Y Rosa supera en obras las 600 bodas que ha celebrado. En el fiel de la balanza, el candidato del PSOE, Rafael Blanco, hijo del relojero de la plaza de la Corredera, médico y luchador antidopaje como director general del Consejo Superior de Deportes, mantiene su pugilato contra la puñetera proposición de las pintadas –Vota en Blanco– que han aparecido en la ciudad.

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