Suenan los acordes de The queen is dead (La reina está muerta) y la voz gruesa y monacal de Morrissey convierte el escenario en un altar impío. Detrás, una colección de proyecciones irreverentes de Isabel II a las que él da la espalda mientras emula unos cuernos con las manos (poco antes, por la misma pantalla han desfilado una colección de imágenes de cogidas de toreros para dejar clara la postura antitaurina del británico. Servirán de preámbulo para el tema The Bullfighter dies).
A sus 55 años, el vocalista de la desaparecida formación The Smiths conserva la belleza de un registro vocal ondulado, la arrogancia dibujada en la barbilla adelantada y una desfachatez fascinante que le permite pasearse sudoroso por el estrado como si este fuera el salón de su casa, exhibir su cuerpo cárnico o vapulear al público al grito de "La vergüenza de España", refiriéndose a las corridas de toros.
Más tarde, flirtea con los arreglos aflamencados en Kiss me a lot (Bésame mucho), se hunde en un pozo de soledad que pellizca el estómago (I'm not a man) o aligera su miseria con tonos festivos (I'm throwing my arms around Paris).
Hay pocas concesiones a estribillos coreables y singles, que casi se reducen a los de Everyday is like Sunday y You have killed me (Morrissey toca lo que le da la gana y poco le importa lo que desee el público, aseguran sus fans acérrimos, que no culpan al músico por ello). Más espacio hay para la crítica: las pantallas traseras no dejan de emitir consignas, como la imagen de los duques de Cambridge junto a la leyenda 'United King-dumb' (un juego de palabras entre Reino Unido y tonto, que se emite al ritmo de Kick the bride down the aisle) o la más dura, un vídeo que muestra las barbaridades a las que los humanos someten a los animales destinados a su consumo y que obliga a muchos a retirar la mirada (su banda sonora, la estremecedora Meat is murder de The Smiths).
El final más íntimo llega con un regalo de los primeros tiempos: How soon is now. Y el rostro divertido y mordaz de Morrissey que se retira presuroso, sin camisa y sin mirar atrás, tras hora y media de concierto. "Lo que más me gusta de él es que nos odia a todos", reflexiona un tuitero, tras encajar los zarandeos de un artista que, incluso cuando elogia al público ("inteligente, majo") parece regalarle una dosis de dulce desprecio. Un juego seductor de dominio y sumisión.
Lugar: Barclaycard Center de Madrid (antiguo Palacio de los Deportes). Hora: 9.30 del 9 de octubre. Asistentes: Alrededor de 5.000.
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