El lujo de vivir en Santa Ana

Este barrio de Bilbao, fundado en 1932 como cooperativa de trabajadores, vive en la incertidumbre. Una carretera tirará varias de sus coquetas casas.
Una pequeña juega con las chiribitas, al lado de su casa, en el coqueto parque que sirve de descanso a los vecinos de Santa Ana.(Manuel Romero)
Una pequeña juega con las chiribitas, al lado de su casa, en el coqueto parque que sirve de descanso a los vecinos de Santa Ana.(Manuel Romero)
Una pequeña juega con las chiribitas, al lado de su casa, en el coqueto parque que sirve de descanso a los vecinos de Santa Ana.(Manuel Romero)
«No me meten en un piso ni a la fuerza». Ángel Mari, que ya vivió en uno, está a gusto en Santa Ana. Disfruta de la tranquilidad, de unas buenas vistas, goza de libertad, de vivir en una casa unifamiliar, sin molestias de vecinos ni coches a la puerta de su casa. «Estamos apartados un poco de todo; ésa es la ventaja», asegura. Y no quiere que todo ello cambie.

Ahora, sin embargo, el futuro del barrio bilbaíno de Santa Ana, o de una parte de él, pende de un hilo, del fino trazado que defina el proyecto de accesos a la capital por Basurto. Ese boceto dirá, de forma definitiva, las casas, casi todas unifamiliares, que deben derribarse para que una carretera acceda, justo al lado, hasta San Mamés.

Y la de Ángel Mari, casi con toda seguridad, será una de ellas. A cambio, pide una casa similar en los terrenos anexos de la antigua fábrica de Krug, propiedad, ahora, del Gobierno vasco.

La incertidumbre, por ello, invade a los 56 vecinos del barrio, unidos en una pequeña gran familia para pedir soluciones. «Confiamos en las instituciones; dicen que nos van a ayudar», afirma Jose.

Las casas, con tres plantas de 50 m2 cada una, además de un camarote, son «para envidiar», reconoce. Ya hubo un proyecto para reconstruir el barrio en esos terrenos, pero se desechó.

Sociedad de casas baratas

La de Santa Ana es una de las muchas sociedades cooperativas que los obreros construyeron en Vizcaya a principios del siglo pasado. La de Santa Ana, en 1932.

Esteban, funcionario jubilado, es la memoria histórica del barrio. «Se llama cooperativa de casas baratas; costaron algo más de 11.000 de las antiguas pesetas y las diseñó el arquitecto Gorostiza», dice. Ahora su precio es un pequeño enigma. «Te tiene que gustar vivir aquí», asegura.

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