Corea del Norte, ajena a las presiones internacionales, conmemoró el domingo el 95 aniversario del nacimiento de Kim Il-sung, fundador del "paraíso socialista", jornada en la que los norcoreanos bailaron hasta el agotamiento, salieron a comer al campo y juraron devoción eterna a su Dios particular.

En jornada tan señalada, Pyongyang recibió un esperado regalo de manos de los otros participantes en las negociaciones nucleares (China, Estados Unidos, Corea del Sur, Rusia y Japón): una prórroga de varios días para el inicio del desarme nuclear .

Conscientes de que Corea del Norte se mantiene firme en su postura de no comenzar a suspender las actividades en el reactor de Yongbyon hasta que reciba los 25 millones de dólares depositados en un banco en Macao y embargados durante más de año y medio por Washington, éstos han decidido darle "unos días más".

Según el acuerdo alcanzado el pasado 13 de febrero en Pekín, los norcoreanos debían haber comenzado el sábado el cierre de Yongbyon, reactor de 50 MW de potencia construido hace más de 20 años, situado a cien kilómetros de la capital.

Mientras, los norcoreanos se tomaron uno de sus pocos días de asueto para rendir tributo al fundador de la primera dinastía comunista y mostrar su fidelidad inquebrantable al régimen, a pesar las penurias económicas que atraviesa desde hace años.

De fiesta

La céntrica plaza Kim Il-sung, habitual escenario de los desfiles militares en los que el régimen estalinista muestra al mundo sus últimos logros en armamento, acogió el domingo un espectáculo de danza en el que participaron decenas de miles de parejas.

Ataviadas con los tradicionales vestidos coreanos, las mujeres, y con trajes negros, los hombres, la emblemática plaza (70.000 metros cuadrados) se cubrió durante dos horas con un mosaico multicolor que se movió al unísono con una coordinación insuperable.

La fiesta ha permitido la entrada en el país de varios centenares de extranjeros, incluso estadounidenses, que intentan sin éxito cruzar dos palabras con los habitantes del conocido, no en vano, como Reino Ermitaño.