Creadora de la familia de adorables hipopótamos de los Mumin, la finlandesa Tove Jansson (1914-2001) tenía como consigna vital Labora et Amare (Trabaja y ama), un lema de una sencilla fortaleza que convirtió en ex libris para que todos los tomos de su biblioteca personal lo portasen. La pintora, dibujante y escritora imaginó el mundo de los Mumin en los años finales de la II Guerra Mundial, en un ambiente destructivo y de profunda tristeza del que sus personajes puros la ayudaron a abstraerse.

Los Mumin comenzaron viviendo aventuras fantásticas y en los años cincuenta se tornaron más profundos psicológicamente. El universo del Valle Mumin nunca dejó de encandilar al público infantil y fue adaptado más tarde a numerosos formatos, entre ellos una exitosa serie de dibujos animados a principios de los noventa que aupó de nuevo su fama.

Con fotografías inéditas, libros ilustrados, primeras ediciones y documentos relacionados con la vida personal y el trabajo de la autora, la exposición Tove Jansson: Tales from the Nordic Archipelago (Tove Jansson: cuentos del archipiélago nórdico) —en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres (ICA) del 15 de julio al 24 de agosto— conmemora el centenario del nacimiento de Jansson, que disfrutó de una vida fascinante, rodeada de escenarios naturales inusuales al igual que sus famosas creaciones.

Se hizo querer durante los más de sesenta años que duró su carrera y la familia de corteses y comprensivos troles escandinavos (parecidos a hipopótamos blancos) la convirtieron en una de las figuras literarias finlandesas más leídas en el mundo. A pesar de la fama mundial que le proporcionaron sus obras, no se dejó avasallar por la presión de promocionarse y figurar en actos sociales y escogió la pequeña isla de Klovharu (en el Golfo de Finlandia) como refugio personal.

De padre escultor y madre ilustradora y diseñadora gráfica, la creatividad era la norma en casa de la autora y de sus dos hermanos. Pasó los veranos durante su infancia en el archipiélago de Pellinki, donde pintaba, cortaba madera, esculpía y construía refugios. Con Klovharu recreó esa sensación de libertad de su niñez e hizo de la isla un santuario en apariencia poco amable por su clima. Allí construyó una cabaña y junto a su compañera, la artista gráfica finlandesa Tuulikki Pietilä, pasó largas temporadas en un terreno dominado por tormentas y ventiscas que la hacían sentirse viva.

La llamaba la "isla enfadada" por su condición yerma: en la rocosa Klovharu no crecía nada y había que llevar incluso el agua dulce y la leña para alimentar el fuego. Durante las noches de tormenta, tenían que establecer turnos para vigilar el barco, pero a pesar de las incomodidades, ella consideró siempre el terreno como su gran escondite sagrado. La muestra contiene imágenes de la difícil islita (siempre en contraste con la sonrisa natural de Jansson) y de ella trabajando en su otro escenario de inspiración, su estudio de Helsinki.

Tomadas a lo largo de 60 años por su hermano el fotógrafo Olov Jansson (1920) y su buen amigo el fotógrafo finlandés C-G Hagström (1940), las instantáneas revelan la naturalidad con que la artista se desenvolvía en los parajes rocosos y descubre una personalidad fuerte y amable que se completa con la belleza de las ilustraciones que son capaces de seguir cautivando a los niños 70 años después.