Van a recorrer 7.000 kilómetros y, aunque califican la experiencia como irrepetible, más de la mitad de los participantes ya han realizado esta ruta por el desierto en años anteriores y vuelven. «Lo más duro es afrontar la convivencia ante los problemas: pinchas, te atascas, llueve, te sales de la ruta y tienes que hacer noche en mitad de la nada», relata Carranza.
Este año llevan ropa y material escolar que entregarán, en mano, en los colegios cercanos a la frontera con Mauritania, donde otras ayudas no llegan.
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