El origen del problema no está muy claro, y además median muchos factores, según Isabel Úbeda, pediatra y coautora de una guía clínica, y Carlos Paredes, presidente de la Sociedad Valenciana de Pediatría. Pueden influir los antecedentes (si el padre o la madre se hacían pipí, el hijo tiene un 40 o 45% de probabilidades de hacérselo), la capacidad de la vejiga o la maduración, entre otras cosas.

 

En cualquier caso, si persiste cumplidos los 5 años, hay que tratarlo, y cuanto antes, porque puede degenerar en baja autoestima o aislamiento: el pequeño rehuye ir a los campamentos o dormir en casa de un amigo por vergüenza, advierte Eduardo Martínez, urólogo y coordinador de un exhaustivo estudio epidemiológico.

 

Hay fármacos «que no se suelen dar antes de los 7 u 8 años», matiza Paredes. También hay alarmas; la empresa Pipistop, de Valencia, comercializa una, es un artilugio a pilas, cuesta 80 euros y se venden 2.000 al año.

 

Está compuesta por un sensor que se mete en un salvaslip que, a su vez, se coloca en la ropa interior y, si detecta humedad, emite un zumbido que despierta al niño y lo acostumbra a ir al váter.

 

¿Y qué hago?

 

Los expertos aconsejan no castigar ni ridiculizar al crío cuando se orine para no alimentar su sentimiento de culpabilidad. Lo recomendable es premiarlo cada vez que se controle. También hidratarlo por la mañana para que afronte la noche sin sed y sin beber y no darle ni chocolate ni bebidas con cafeína.