José Luis Tenesaca: El Paseo de la Fama

  • José Luis Tenesaca Betancourt. 17 años. Estudiaba cuarto curso de la ESO. Quería ser actor o guionista de cine. El día de los atentados iba al Ifema a una feria de la educación. Murió en el tren que explotó frente a la calle Téllez a las 7:39 del 11-M.
  • “Cuando se levantaba de la mesa, lo hacía agradeciendo”, Rita, su madre.
José Luis, en el verano de 2003, en el parque temático de la Warner.
José Luis, en el verano de 2003, en el parque temático de la Warner.
20minutos.es
José Luis, en el verano de 2003, en el parque temático de la Warner.

En el hangar policial donde depositaron los objetos personales de los muertos, desperdigados como las letras de un idioma incomprensible, Alberto (46 años) se movía despacio, con paciencia, para recobrar todo lo que llevaba encima su único hijo, José Luis Tenesaca Betancourt (17). Sus ojos oscuros repasaban cada una de las piezas del puzzle desbaratado que dejaron atrás las bombas hasta dar con lo que buscaba.

–Encontré rápido su zapatito, su reloj, sus gafitas...

Lo que es de uno se conoce. Los diminutivos cargan con más tristeza el de por sí melancólico tono del acento ecuatoriano. Alberto, mecánico automotriz, y su esposa, Rita (43), que limpia casas, se sienten “destrozados y amargados para toda la vida”.

El hombre vino a España hace cinco años, la mujer y el chico, hace cuatro. Trabajando mucho y ahorrando todo, habían comprado un piso en Torrejón de Ardoz un mes antes de los atentados. Se fueron de Quito con un solo objetivo, que José Luis tuviese una buena educación.

–Usted puede estudiar cualquier cosa en Ecuador, pero si no tiene palanca (enchufe) no hay trabajo por muy estudiado que esté –explica Alberto.

Entre la familia que dejaron en Ecuador, los abuelos, los tíos y los primos, era unánime el orgullo que sentían por José Luis, “el primero de nosotros que iba a estudiar en Europa”. También se quedó allá Junior, el cachorro del chico, con quien jugaba incansable a luchas y al escondite. Fue tan dura la separación entre ambos que la añoranza seguía viva y el muchacho le enviaba por correo al perrillo paquetes con galletas y huesos.

Se tomaba la vida con seriedad, incluso sonreía poco, pero el verano pasado los padres le recuerdan plenamente feliz en la tarde que pasaron en el parque temático de la Warner. José Luis estaba entre su héroes: Batman, Robin, Superman...

Se desvivía por los personajes de ficción y el cine. Gastaba cada céntimo de su asignación semanal en comprar películas (“Traffic”, “El padrino” y decenas más), libros, carteles y revistas cinematográficas. Tenía muy claro qué deseaba ser actor o guionista. El 11-M llevaba encima algo de dinero porque en el instituto donde estudiaba, en Carabanchel, organizaban una visita a una feria de educación que se celebraba en el Ifema, y José Luis quería comprar algunas publicaciones sobre formación de guionistas e informarse sobre en qué centros podía estudiar.

Hollywood era su tierra prometida y estaba buscando un trabajo por horas para ahorrar dinero y pagarse un viaje a Los Angeles para conocer el Paseo de la Fama, donde las estrellas inmortalizan sus huellas sobre cemento. Los padres quieren hacer realidad el deseo.

–Si España nos ayuda con la doble nacionalidad, será más fácil que consigamos visa para entrar en Estados Unidos. Queremos ir allí con sus cenizas y caminar por el Paseo de la Fama con nuestro hijo. El actor favorito de José Luis era Arnold Scwarzenegger. Cuando se le pregunta a Rita por qué esa admiración, la mujer responde:

–Porque siempre derrotaba al mal.

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