Antonio Banderas presentó el martes su segundo trabajo como director, El camino de los ingleses, en la Berlinale, donde la estrella de Hollywood está presente por partida doble, ya que el jueves se le verá en Ciudad del silencio, el filme de Gregory Nava con Jennifer López que compite por los Osos.

El realizador defendió un proyecto tan personal como arriesgado que, como admite él mismo, "se ha recibido de forma polarizada", la última vez en el Festival de Sundance, y que se esperaba con expectación en el apartado Panorama en la Berlinale.

"Tenía que hacer un ejercicio de libertad creativa", explicó entusiasta Banderas (Málaga, 1960), con un envidiable aspecto físico después de un largo viaje desde Los Ángeles y rodeado por su joven equipo de protagonistas, embelesados ante quien parece su maestro y amigo.

"No era arrogancia, sino necesidad", apuntó el malagueño, quien afirmó que nunca esperó hacer taquilla con esta película, "ya que se mueve de forma opuesta" a su "trabajo de los últimos diecisiete años en Hollywood, que ha sido más comercial".

"Si algo me ha permitido Hollywood es comprar mi libertad financiera y hacer películas como ésta", prosiguió.

El actor de Laberinto de pasiones (1982) y Átame (1989) dice sentirse mucho más cercano a este proyecto, que él ha producido con financiación británica, que "a muchas otras películas" con las que le identifican.

Su vocación como director está clara y no piensa esperar siete años como han pasado entre Locos en Alabama, que protagoniza su esposa, Melanie Griffith, y El camino de los ingleses, que en inglés se llama Summer Rain.

Próxima película como director

A lo sumo, aseguró Banderas, pasarán tres años hasta su próxima película: "Me apetece seguir haciendo cine y eso no lo va a parar nadie". De hecho, considera que habrá un momento crucial en su carrera como director, que "será cuando escriba" sus "propios guiones".

La película de Banderas responde a "un acto de honestidad, después de muchos años trabajando como actor y comenzar a cuestionar mi trabajo; entonces decidí que lo más honesto era pasar al otro lado de la cámara y arriesgarme yo".

En el caso de El camino de los ingleses, el resultado son 118 minutos que tienen mucho de autobiográfico porque narran la vida de un grupo de jóvenes malagueños que ven fracasar sus sueños en el difícil proceso de maduración, "la imposibilidad de amar cuando están enamorados".

Ambientada en la España de los años setenta, con un toque nostálgico, evita alusiones políticas o religiosas y explica que, como Antonio Soler, el autor de libro y guión, coloca a los personajes "en una burbuja" y los invita "a la autorreflexión".

De vuelta a sus raíces

Las imágenes, que Banderas califica de "barrocas y surrealistas", y la fuerte carga musical, que sus detractores consideran que han convertido a la película en un largo videoclip, le sirven, asegura, para volver a sus raíces.

En cualquier caso, entre sus memorias de juventud no prima lo bueno -fueron "esos años en los que no me dejaron soñar"-, y explica que su padre casi lo mata cuando confesó que quería ser actor.

Banderas relató el complejo de inferioridad que sintió cuando llegó en 1979 a Madrid como joven malagueño buscando trabajo: "Esta joven generación de actores lo tiene mucho más fácil, la calidad que he encontrado es extraordinaria", agregó.