‘Los monchines’ se callan en el juicio por narcotráfico

Siete de los 12 imputados por presunto tráfico de drogas no declararon ayer en el juicio. El resto negó las acusaciones. «El dinero es de vender coches».
Miguel, alías Monchín, ayer, antes de sentarse en el banquillo de la Audiencia Provincial. (Nacho Gallego/Efe).
Miguel, alías Monchín, ayer, antes de sentarse en el banquillo de la Audiencia Provincial. (Nacho Gallego/Efe).
Miguel, alías Monchín, ayer, antes de sentarse en el banquillo de la Audiencia Provincial. (Nacho Gallego/Efe).
El juicio contra los «criminales más significativos de Valladolid», según la Coordinadora Contra el Narcotráfico, arrancó ayer entre fuertes medidas de seguridad.La sorpresa fue que siete de los doce acusados, los integrantes del clan de los monchines, prefirieron guardar silencio o responder sólo a las preguntas de sus abogados defensores, pero no a la letrada de la acusación popular, que representa a la Coordinadora de Pajarillos. «Ya declaré en su día, no tengo nada más que decir», fueron las palabras de todos ellos, según recoge Europa Press.

Entre los que sí hablaron, Vicente, el Jalero, atribuyó

el dinero que le encontraron en los registros de su casa (272.000 pesetas en 1995 y 500.000 en 1998) a su actividad de compraventa de coches de segunda mano y los 27 millones que reflejaba su cuenta bancaria, a un piso que vendió su hija.

Otros tres acusados, Eduardo, alias Maradona, su esposa, Asunción, y Miguel G.M, sospechosos de viajar desde Zaragoza hasta Valladolid para comprar droga y luego venderla allí, negaron conocer a los monchines, aunque la Policía les encontró sus teléfonos apuntados en una libreta y el día de la detención llevaban cuatro millones de las antiguas pesetas.

Voz de pajarillos

Un centenar de vecinos del barrio de Pajarillos se concentraron ayer a las puertas de la Audiencia Provincial para solicitar una condena «justa» y «ejemplar» para los doce acusados. Portaron una pancarta y recordaron, megáfono en mano, su lucha contra la droga durante cuatro años. El exterior del Palacio de Justicia contaba con fuertes medidas de seguridad, para evitar altercados en un juicio que proseguirá ya el próximo martes.

Antonio Marcos, toxicología cruz roja

«Se podía cambiar un chorizo por droga»

Recuerda como si fuera hoy el poblado de La Esperanza, lo vivió en primera persona.

¿Qué era el poblado?

Algo extraño. En el resto de España no había nada semejante. Una comunidad reunida en torno al aprovisionamiento de droga; por aquel entonces, heroína. Allí  convivían los traficantes con unos 200 toxicómanos y prostitutas que eran una auténtica sociedad a parte. Venían de otras provincias y de otras partes del mundo.

¿Cuál era el perfil?

Toxicómanos entre 23 y 35 años, con VIH y destrozados por el consumo.

¿Por qué les atraía tanto?

Por la facilidad de conseguir la droga. No hacía falta dinero. Se podía cambiar un chorizo o un reloj por una dosis.

¿Cuál era vuestro trabajo?

Intercambio de jeringuillas, curas, y cuando la Policía les cercaba, suministrábamos metadona para evitar síndromes de abstinencia. Allí se vivieron situaciones dantescas.

Bio.  Responsable de toxicomanías de Cruz Roja desde hace 18 años. Presenció cientos de dramas humanos.

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