Y segundo, por el efecto de la inmigración. La población entre 16 y 25 años ha crecido en 652.734 personas en esa década (suman un 14,7% del total); por tanto, su mayor o menor nivel educativo tiene más influencia en el global. Y además, dejan los estudios antes que la población autóctona. Prueba de ello es que sin inmigración, «los jóvenes habrían aumentado su tasa de escolarización desde el 46,9% al 48,9% entre 1995 y 2006», indica el informe.
A la cola de Europa
Entre 16 y 18 años estudia un 76% de los jóvenes (la cuarta tasa más baja de la Unión Europea, sólo por delante de Portugal, Reino Unido y Grecia). Entre los 19 y los 21, un 49,4% permanece en las aulas, y la cifra se desploma hasta el 23,5% entre los de 22 y los 25 años.
Las diferencias de escolarización entre comunidades se han reducido. Aun así, Cataluña, Baleares, Murcia y la Comunidad Valenciana, las más dinámicas en la generación de ocupación desde 1995, no mejoran su nivel de escolarización.
Ello se explica por la expansión del sector servicios y el de la construcción, que requieren poca cualificación.
El País Vasco, al frente
El País Vasco es la autonomía con mayor tasa de escolaridad en todas las etapas educativas; le siguen Navarra o Asturias. En este caso, la explicación es la contraria del caso de Cataluña o Baleares. Allí se concentran los empleos con mayor valor añadido, que requieren más formación. Madrid se encontraba en una de las mejores posiciones en 1995, pero en 2006 ha retrocedido y se ha situado ligeramente por encima de la media española. La explicación, «la enorme expansión de su ocupación», dice el estudio.
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