Este cachito de terreno a la deriva fue declarado en 1993 reserva de la biosfera por la Unesco. Gracias a esta protección y a un exhaustivo plan territorial, la isla ha experimentado un desarrollo sostenible que permite al visitante disfrutar de un lugar en perfecta sintonía con la naturaleza.
La isla cuenta con dos centros urbanos importantes: Mahón (que es la capital) y Ciudadella. Este último es el campamento base perfecto para todas las excursiones. La pequeña ciudad disfruta de una privilegiada posición a orillas del Mediterráneo y un casco histórico medieval tapizado de adoquines y amueblado con edificios del siglo xiv, como la catedral gótica.
La mejor manera de respirar el encanto menorquín es recorrer sus inusitados parajes andando. El escaso desnivel del terreno facilita las rutas de trekking, que son aptas para todos los públicos. La isla está atravesada por varios caminos, pero la mejor alternativa es recorrer las salvajes veredas costeras, bordeadas por bosques de pino y matorral, en busca de calas vírgenes como Cala en Turqueta (que exhibe aguas de color turquesa).
También podemos tumbarnos en la arena de playas vírgenes como Playa de Son Saura (foto), para poder empaparse de los aires purificadores de la isla.
Ascensión al toro
El Monte de El Toro, con 356 metros, es la mayor altura de la isla y se encuentra en la población de Es Mercadal. Desde su cima se puede divisar casi la totalidad de Menorca y se intuye su característica forma dibujada en los mapas. La ascensión se puede realizar andando, pues el camino tiene una longitud de sólo tres kilómetros y un desnivel de 300 metros. También se puede hacer en coche. En lo alto encontramos un refugio, un restaurante y una capilla. Y, lo más importante, unas potentes vistas del territorio menorquín.
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