La revista 'Iberia' de la UR dedica un monográfico al Monte Cantabria, obra de Sergio Larrauri

La revista Iberia de la Universidad de La Rioja (UR) dedica su número 10/11 de forma monográfica al Monte Cantabria, al publicar una investigación actualizada de Sergio Larrauri, corresponsable de las últimas iniciativas llevadas a cabo en este enclave. Está disponible a texto completo en PDF en el portal Dialnet.
Urbano Espinosa y el investigador Sergio Larrauri
Urbano Espinosa y el investigador Sergio Larrauri
UNIVERSIDAD DE LA RIOJA
Urbano Espinosa y el investigador Sergio Larrauri

La revista Iberia de la Universidad de La Rioja (UR) dedica su número 10/11 de forma monográfica al Monte Cantabria, al publicar una investigación actualizada de Sergio Larrauri, corresponsable de las últimas iniciativas llevadas a cabo en este enclave. Está disponible a texto completo en PDF en el portal Dialnet.

Iberia. Revista de la Antigüedad publica la investigación 'Monte Cantabria: arqueología e historia del yacimiento logroñés' de Sergio Larrauri a partir del trabajo desarrollado en el Departamento de Ciencias Humanas que, dirigido por Urbano Espinosa, catedrático de Historia Antigua de la UR, le valió el Diploma de Estudios Avanzados.

El Monte Cantabria es una elevada meseta natural al norte de Logroño, perfil más inmediato, horizonte de la ciudad y, por tanto, protagonista visual en el día a día de sus gentes. La designación de Monte Cantabria, su proximidad, los restos arqueológicos que exhibe y el propio emplazamiento han sido fuente de inspiración para numerosas leyendas y gestas desde antiguo y, ya avanzado el siglo XX, germen de diversas intervenciones arqueológicas y estudios históricos.

En la extensa plana de Monte Cantabria, especialmente en el extremo suroeste que se asoma a la ciudad de Logroño, se localizan importantes restos arqueológicos como consecuencia de la ocupación del cerro a lo largo de varios periodos históricos.

El yacimiento, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en julio de 2012, carecía hasta la fecha de una investigación científica que superase ciertos convencionalismos históricos bastante extendidos y actualizara nuestro estado del conocimiento sobre el mismo. Y esto es precisamente lo que aporta la investigación realizada por Sergio Larrauri.

En internet

La revista Iberia -que abandona el formato papel y se pasa a Internet gracias a Dialnet- ofrece un estudio histórico-arqueológico que conjuga fuentes documentales, administrativas y bibliográficas, materiales arqueológicos y restos arquitectónicos. El autor, Sergio Larrauri, ha participado junto a Silvia Losantos (Gescultur SC) en la redacción del plan director para su recuperación, así como en la intervención arqueológica de 2012, lo que enriquece el estudio al completarlo con una perspectiva actual.

Monte Cantabria muestra dos etapas históricas definidas, la protohistórica y la medieval, que se explican por sus particularidades físicas: promontorio de gran amplitud visual dotado de óptimas defensas naturales, inmediato al curso del río Ebro y a las fértiles tierras bañadas por éste.

Los restos del período protohistórico (prerromano), bajo la jerarquía de la ciudad berona de Vareia que se identifica con el poblado de La Custodia -Viana-, se encuentran prácticamente desmantelados. Las alteraciones producidas sobre el nivel de la Segunda Edad de Hierro se deben a varios factores como son la ulterior adecuación del espacio para explotación agrícola o la ordenación del terreno para construir la poliorcética medieval, por lo que la secuencia estratigráfica es precaria y escasamente definida hasta el momento.

La creación de la Vareia romana militar a finales del siglo I a. C, y las nuevas relaciones socioeconómicas y territoriales cuando ésta se convirtió en un núcleo civil poco después, supusieron la desaparición de la Vareia berona en La Custodia. En ese contexto el enclave de Monte Cantabria, sin interés desde el punto de vista productivo para el sistema romano, se convirtió en el siglo I d. C. en un hábitat secundario donde quedaron relegados los retazos de la comunidad indígena.

Según la Vida de San Millán escrita por el obispo Braulio de Zaragoza hacia el 635/640, el santo riojano habría viajado hasta Cantabria en el último año de su vida (a. 574) para apremiar a sus habitantes a la conversión ante la amenaza inminente del ataque visigodo de Leovigildo. Una de las placas de la arqueta-relicario de San Millán (siglo XI) representó esa predicación y, posteriormente, Gonzalo de Berceo recogió el episodio al reelaborar en el siglo XIII la obra de Braulio.

A partir de aquí varios autores de época moderna han propuesto identificar la Cantabria visitada por San Millán con los restos del cerro logroñés. La obra de Sergio Larrauri, sin embargo, argumenta de modo crítico tal propuesta, señalando que forma parte del conjunto de leyendas, tradiciones y mitos que se han divulgado sobre el yacimiento logroñés sin base histórica o arqueológica que los fundamente.

Desde el siglo XI los documentos revelan el dominio de un noble navarro de nombre Fortún Ochoiz sobre un estratégico espacio territorial compacto circunscrito a La Rioja Media y denominado Kantabria. Su cabeza jerárquica se situaba al sur, en la civitas de Viguera, mientras que Monte Cantabria pudo constituirse como un puesto defensivo y estratégico situado sobre el cerro homónimo, en la margen izquierda del río Ebro flanqueando el paso vadeable del mismo.

Una serie de transformaciones en la organización político-administrativa, producidas desde la segunda mitad del siglo XI, implicaron el progreso del enclave de Logroño, hecho ratificado con la concesión del fuero en el año 1095 por Alfonso VI. El poblado murado de Monte Cantabria se documenta poco después, en el 1132, cuando Alfonso I el Batallador y su corte se cobijaron entre sus muros.

Pérdida de relevancia

Utilizada en el escenario de las fricciones territoriales entre los reinos de Castilla y Navarra en los siglos XII y XIII, el poblado fortificado de Monte Cantabria fue perdiendo relevancia frente al impulso político, social, económico, demográfico y administrativo de un Logroño bien dotado defensivamente. El abandono definitivo del cerro se produjo antes del siglo XIV, sirviendo como un espacio cementerial circunstancial.

Desde finales de la Edad Media Monte Cantabria se convertirá en un polo de expansión de los logroñeses en cuanto a sus usos y posibilidades, en especial como área de explotación agropecuaria.

El estudio también recoge las diferentes intervenciones arqueológicas practicadas en Monte Cantabria, su proceso, su análisis y sus principales características: desde las primeras campañas sistemáticas de los años cuarenta del siglo XX hasta los recientes trabajos del año 2012.

Los últimos puntos de la obra describen la situación, estructura y estado de conservación del perímetro amurallado de Monte Cantabria, estructuras que han sido exhumadas a lo largo de las diferentes excavaciones arqueológicas, así como una aproximación a la cultura material recuperada durante las mismas.

La presente investigación debe de entenderse como un aliento no sólo para profundizar en el estudio histórico y arqueológico de Monte Cantabria en cualquiera de sus dos horizontes culturales documentados -el prerromano y el medieval-, sino también para impulsar su recuperación y revalorización social, medioambiental y cultural.

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