Tan peculiar y hermético como sus personajes. O más. El catalán Albert Pla explica con un hilo de voz y concisión naif en qué consiste su nuevo espectáculo, Manifestación, una obra que alterna interpretación y música, y que relata la experiencia de un hombre extraviado en un caos de marchas antisistema, antiaborto, independentistas y cargas policiales. Este fin de semana llega a Madrid y a finales de marzo, a Valencia.

Su personaje se pierde en una manifestación eterna. De todas las que se han celebrado últimamente, ¿a cuáles se ha sumado usted?

A ninguna, no acostumbro a ir a manifestaciones.

Entonces, ¿desde dónde reivindica?

No reivindico nada, ni desde el escenario. He hecho un espectáculo que gira en torno a un pobre tipo que va a una manifestación porque ha quedado allí con una chica. Se equivoca y se encuentra con otra manifestación y luego, con otra, y luego, con otra... Quiere volver a su casa pero no puede.

¿Hay demasiadas marchas y protestas últimamente? 

No son demasiadas. Aunque hay muchísimas, casi atasco. Y no  parece que sirvan para algo. Las manifestaciones pacíficas parece que no funcionan.

¿Qué es lo que más le escandaliza de lo que ocurre?

Me asombra la paciencia que están teniendo los ciudadanos y que las manifestaciones sean tan sosegadas. Oigo a la gente que insulta a los políticos y dice que haría con ellos esto y lo de más allá, pero al final optan por ir a la manifestación pacíficamente ¡pobres!

¿El mundo es en realidad peor de lo que lo pinta esta obra?

En la obra aparece todo un poco pasado de rosca... pero la realidad también está pasada de rosca, sí. Y en ella no me meto con nadie, que conste. De verdad.

¿Está en clave comedia?

Nunca hago comedia pero la gente que viene se parte de risa. Hemos estado haciendo este show tres o cuatro meses en otras ciudades y el público siempre se ríe.  No han roto nada de momento.

¿Le sorprenden las risas, no pretendía esa comicidad?

A mí lo que me sorprende es que la gente venga a verme. Sí, eso es lo que me sorprende. No puedo quejarme.

¿La crisis le respeta, entonces?

Nunca he estado en crisis. Cuando los demás creían que eran ricos, yo seguía siendo pobre. Como uno se ponga a gastar luego pasa lo que pasa. Yo no he cambiado de túnica en todos estos años.

De las cosas que ha hecho sobre un escenario, ¿cuáles no repetiría?

Hace un par de años hice una obra en la que me subía a un trapecio a 20 metros de altura y me arrojaba desde allí a una cama elástica. Me sujetaban con una especie de arneses que me tiraban hacia arriba y hacia abajo y tenía que hacer saltos mortales. Eso ahora... ¡me daría un perezón!

Hay un  cierto misterio respecto a su persona. Unos le consideran un 'freaki'; otros, provocador; otros genio; otros, poeta... ¿quién lleva más razón?

Procuro no escuchar lo que dicen de mí, ni negativo ni positivo. No acostumbro a leer las entrevistas que hago ni las críticas y no me paro a valorar estas cosas. En cuanto a mí... a veces tengo malos pensamientos y un poquito canalla sí que soy.

Nació en 1966 en Sabadell (Barcelona). Con 22 años, ganó el premio al mejor intérprete de la IV Muestra de Canción de Autor en Jaén. Desde entonces, ha alimentado una curiosa carrera artística que hoy cuenta con once referencias discográficas (la última, Somiatruites, publicada en 2011) así como varios espectáculos teatrales, performances y esporádicas participaciones en películas.