Todo esto sin fecha de caducidad. «Según me dicen los médicos, la sonda va a ser para muchos años, a lo mejor hasta los cuatro o cinco», explica su madre, Sonia Castro. A sus 31 años, está «desesperada». Además de Ainhoa, tiene un hijo de tres años y medio, Álex, que este año comenzó a ir al colegio y ya llevó para casa alguno de esos virus que tan rápidamente se propagan en los centros educativos. «Me dicen que lo aísle, pero ¿cómo aíslas a un niño de tres años?», pregunta Sonia, tras un fin de semana en urgencias por los efectos de uno de esos virus en el cuerpo de la pequeña Ainhoa.
48 euros por minusvalía
Sonia unió la baja de maternidad con una por depresión. La que sufre por la falta de apoyos. Porque cuando se incorpore a su puesto de trabajo, en un supermercado, estará fuera de casa de siete de la mañana a dos de la tarde, de lunes a sábado. Y no tiene opciones. «Las guarderías no disponen de personal preparado ni autorizado» para hacer frente a un bebé con esta dolencia y su sueldo no le permite contratar a una enfermera.
La única ayuda que recibe son los 100 euros que el Gobierno da a todas las madres trabajadoras. Podría contar con otros 48 si se le concede la minusvalía a su hija. Y nada más.
La opción, la Ley de Dependencia
Sonia Castro ha llamado a todas las puertas y la única esperanza que le dan en la Xunta es la futura aplicación de la Ley de Dependencia, que puede recoger alguna ayuda para su situación. Pero no se sabe. Como no se sabe qué pasará con Ainhoa. Sus tres primeros meses los pasó en el hospital y su futuro pasa por una buena atención que le evite crisis y, por tanto, los daños cerebrales que provoca el exceso de insulina.
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