Conforme nos acercamos al Hospital de Sant Joan, empiezan a subir ancianos, embarazadas, mujeres con carros de bebé, e incluso amas de casa con bolsas de la compra, que vienen del mercado. No hay suficientes asientos y, con los frenazos y rotondas, muchos pierden el equilibrio y se asustan.

El autobús se llena al llegar al hospital. La gente es variopinta: un joven asiático escuchando música, estudiantes con piercings de todo tipo (incluidas cerillas en las orejas), niños, trabajadores, ancianos... Llegamos a Alicante y son las 11.25 h. Hemos tardado 45 minutos en recorrer 13 kilómetros, y eso que no había tráfico.

El conductor asegura que los pasajeros «se quejan cuando el bus va lleno y no se detiene en algunas paradas». Además, «van siempre muy llenos y con los frenazos se ponen nerviosos».

Una línea donde pasa de todo

María, una estudiante de Sant Joan que va en bus a diario, afirma que ha visto «de todo en esta línea». Personas vomitando (y nadie limpia los desperdicios) o jóvenes fumando hachís. Le marcó un viernes de junio: «Tuvimos un accidente y el conductor sólo pudo dar un frenazo en la rotonda de Santa Faz para evitar la colisión. Hubo ancianos que cayeron al suelo y todo el mundo empezó a insultar y gritar al conductor, que no pudo evitar el choque», asegura.

Los viajeros

Estela 33 años.

«El servicio del 23 no es del todo malo, aunque tarda más que los demás autobuses. He llegado a esperarlo durante 45 minutos, y cuando hay tráfico, los viajes duran muchísimo».

Amparo 32 años.

«El viaje en el 23 puede durar 25 minutos o más cuando hay tráfico. Además, a veces no recoge a los viajeros en algunas paradas cuando lleva mucha gente, y tienes que esperar más tiempo».

Olga 45 años.

«El funcionamiento de la línea es pésimo, yo diría que es el servicio más malo de Alicante. Tarda mucho en llegar y, además, hay que esperar en la parada durante mucho rato».