Londres no trata demasiado bien a uno de sus artistas más famosos. De las 52 obras con las que Banksy ha iluminado las paredes de la ciudad, 40 han sido robadas, destruidas por error o accidente o, en una respuesta política, tapadas con pintura por los dueños de los edificios o locales, personas que se muestran descontentas con las intervenciones y no tienen en cuenta ni desean aprovechar el valor añadido, contante y sonante, que adquieren los grafitis y epigramas del artista callejero.

El número de obras del guerrillero del grafiti destruidas en la capital del Reino Unido aparece citado en el artículo The Story Behind Banksy (La historia tras Banksy), que acaba de publicar el magazine y la web del Smithsonian, una de las instituciones culturales más prestigiosas del mundo.

Según el autor de la pieza, Will Ellsworth-Jones, dos de los últimos dibujos conocidos de Banksy, los que dejó en sendas localizaciones de Londres para criticar los Juegos Olímpicos de 2012 —un lanzador con un misil en lugar de jabalina y un pertiguista superando un alambrada— todavía no han logrado ser ubicados por nadie. El artista colgó fotos de los murales en su web sin dar indicación de ningún tipo sobre el lugar donde los había dibujado.

La demolición, cambio de lugar, robo, vandalización o tapado de las radicales intervenciones del anarquista de las plantillas y transgresor del arte canónico no es cosa nueva. Decenas de sus obras en todo el mundo han sido dañadas o destruidas. Es tal el volumen de agresiones que la cuestión merece una detallada entrada en la Wikipedia.

En mayo de 2012 el dibujo de una rata en paracaídas —con maletín: una metáfora visual de los habituales carroñeros financieros vestidos de negro— fue destruido en Melbourne (Australia) cuando un constructor derribó la pared en la que Bansky había aplicado la plantilla y el espray. Expertos en arte calcularon que el valor de la pieza era de unos 45.000 euros.

Casi al mismo tiempo, el responsable de un centro cultural musulmán de Bristol (Reino Unido), localidad natal del artista, tapó con pintura la obra Gorila con máscara rosa, un grafiti de los primeros años de Banksy como artista callejero. El hombre dijo que no era consciente del valor del dibujo y que simplemente lo tapó para adecentar las paredes del centro cultural.

The Story Behind Banksy retrata al artista —cuya identidad real nunca ha podido ser contrastada pese a los rumores (se sabe que nació en Bristol en torno a 1974 y que es hijo del empleado de la copisteria donde se aficionó a las artes gráficas)— como uno de los creadores más brillantes de las últimas décadas y, sobre todo, da cuenta de la enorme influencia del grafitero en el arte callejero de los cinco continentes.

Hace unos días apareció un mural en Los Ángeles (EE UU) sobre Lance Armstrong: la silueta de un ciclista con el maillot amarillo de líder del Tour de Francia y conectado a un gotero mientras pedalea. Aunque se especuló con que se tratase de una obra de Banksy, el agente del dibujante lo negó.

Banksy sólo ha concedido una entrevista a medios de comunicación, en 2003 a The Guardian. El periodista que firmó la pieza lo describió como "un hombre de 28 años, con vaqueros y camiseta, un diente de plata, cadena también de plata y un pendiente". En la entrevista Banksy declaró que sus padres no sabían de sus actividades guerrilleras y creían que trabajaba como decorador.