Tool, aquella formación que salvó el último Festimad tras la actuación de unos irreconocibles Deftones y unos Alice in Chains que ya no son los de antes, aterrizan de nuevo en la capital con su último álbum, 10.000 days.

Un trabajo más experimental si cabe que los anteriores y que, a pesar de escapar del éxito comercial, se lo han cosechado a su manera: con calidad musical y un show en cada concierto.

Los que tuvieron la suerte de verlos hace cinco meses ya saben lo que les espera.

Maynard James Keenan, con pantalones ajustados, el torso descubierto y una cresta que le hace diez centímetros más alto, poniendo todo tipo de gemidos a un sonido único, influenciado por bandas como Kig Crimson, Pink Floyd o Led Zeppelin, pero atravesando el filtro de otro siglo.

Y provocadoras y angustiosas imágenes que dirigen involuntariamente la vista hacia las pantallas.

Inclasificables en todos los aspectos –vertiginosidad de ritmos, polémicos vídeos y letras, espectacular puesta en escena–, el grupo estadounidense sigue ahí arriba, como lo estuvo con Aenima (1996), su obra maestra.

La doble vida de Maynard

Muchos se esperaban lo peor. El vocalista de Tool, Maynard James Keenan, cambió de aires al frente de A Perfect Circle y, por consiguiente, Tool estuvo cerca de cuatro años sin pisar un escenario. Pero volvió, y lo hizo con fuerza.

El título de 10.000 days, su sexto disco de estudio, rinde homenaje a la madre de Maynard, que estuvo exactamente 10.000 días (27 años) postrada en la cama por una parálisis. Entre otras curiosidades, los temas de la banda siguen superando los seis minutos.