La primavera de los difuntos

Otoño en el mundo y primavera en los cementerios.
Casi cuatro kilómetros de caravana llegaron a sufrir ayer los conductores hasta llegar aquí, a la entrada del cementerio de Málaga (Martín Mesa).
Casi cuatro kilómetros de caravana llegaron a sufrir ayer los conductores hasta llegar aquí, a la entrada del cementerio de Málaga (Martín Mesa).
Casi cuatro kilómetros de caravana llegaron a sufrir ayer los conductores hasta llegar aquí, a la entrada del cementerio de Málaga (Martín Mesa).
Ayer, el camposanto de Málaga, Parcemasa, floreció gracias a los miles de malagueños que acudieron a la necrópolis para honrar a sus muertos.La penitencia: el automóvil. A pesar de los servicios especiales de autobuses de la EMT, la mayoría se decidió por el vehículo privado. De 11.00 a 14.00 horas se produjeron retenciones de casi tres kilómetros (y 45 minutos para sortearlas). La búsqueda de aparcamientos en el interior de Parcemasa demoró la entrada de nuevos vehículos.

En el interior del camposanto, mujeres. Muchas mujeres que remplazan las flores de las tumbas y limpian su exterior. Algunas, como una anciana en ese periodo de la vida en el que se aparenta tener 70, 80 ó 90 años, se mantenían fijas y en pie ante los nichos. En silencio.

Las 20.000 tumbas ocupadas en Parcemasa son instantáneas de otras tantas historias. La inscripción de una lápida recuerda el amor de unos padres por su hijo de dos años. Y cerca, a otro hijo de más de 20 y de otros padres. Era buceador. El nicho de unos abuelos está precedido –camuflado– con una decena de coronas recientes. A 20 metros, una sepultura carece de flores.

Mientras sus mayores rodean una tumba cercana, cinco niños juegan en un estanque. Es la ley de la vida.

Josefa Martín. 68 años. «Un año más, los peatones tenemos que sufrir la ausencia

de aceras en la zona de las tumbas. Junto al asfalto no hay sitio para nosotros, sólo una acequia. Los mayores y quienes van en silla de ruedas tienen muchos problemas».

Francisco Sabio. 50 años. «Venimos todos los años al cementerio, pero no solemos acudir el 1 de noviembre por los atascos que se montan. Hoy hemos llegado hasta aquí en moto. Mi mujer y yo traemos flores de tela para ponerlas en un osario».

María del Carmen Mena. 47 años. «Vengo a la tumba de mi madre y mi

padre con flores. Traigo claveles. Acudo todos los años, pero no siempre en estas fechas, para evitar tanta aglomeración de gente y de coches como la que hay hoy».

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