El río que nos parió

El Guadalmedina, río que dio origen a Málaga, recibe el trato de zona marginal, territorio de chiquillos y desocupados.
Parece mentira que Guadalmedina signifique «el río de la ciudad», con el poco caso que le hacemos en la ciudad al río (Martín Mesa).
Parece mentira que Guadalmedina signifique «el río de la ciudad», con el poco caso que le hacemos en la ciudad al río (Martín Mesa).
Parece mentira que Guadalmedina signifique «el río de la ciudad», con el poco caso que le hacemos en la ciudad al río (Martín Mesa).
Parece mentira que Guadalmedina signifique «el río de la ciudad», con el poco caso que le hacemos en la ciudad al río. La ex alcaldesa Celia Villalobos llegó a inventarse un plan para hacerlo desaparecer y rellenarle las tripas con un parking y una línea de metro. Eran vísperas de elecciones municipales.El resto del tiempo, en realidad casi todo el tiempo, el Guadalmedina es un río invisible. Salvo para los niños que en verano se bañan en las fuentes que tratan de disimular la fealdad de las obras del encauzamiento; salvo para los propietarios de perros y los desocupados, que tienen un lugar donde pasar el tiempo sin que los echen por no consumir.

Sin embargo, el Guadalmedina es el río de Málaga desde hace más de 2.600 años, cuando los fenicios se asentaron en su desembocadura y empezaron a explotar el negocio de la salazón de pescado. Dicen que El Perchel fue el primer barrio en nacer: su nombre viene de las perchas que se usaban para el secado. Luego creció el resto de la ciudad al otro lado del río, que marcaba los límites entre el centro y los arrabales.

En las fotos antiguas, el Guadalmedina está casi siempre seco, ocupado por tenderetes de mercadillo, animales de faena y niños congelados en medio de una carrera. También hay otras fotos que hablan del poder de reivindicación del río, que se enfada cuando los incautos habitantes de la ciudad lo creemos vencido.

En 1907, el Guadalmedina se desbordó anegando El Perchel y La Trinidad. Entonces, se proyectaron obras hidráulicas para disminuir la fuerza de las avenidas, y ahora el agua llega sólo cuando la dejan salir de la presa de El Limonero.

El río seco no viste mucho, y por eso más de un munícipe se ha devanado los sesos pensando en cómo hacerlo desaparecer y sacar provecho de su entierro. Pero es el río que nos parió, y con las mismas se nos podría tragar si quisiera. Está siempre, aunque no lo veamos.

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