El PP tiene mal de amores

El corresponsal político de ‘20 minutos’ publicará, con ésta, cinco entregas consecutivas siguiendo sobre el terreno, cada día con un partido, la campaña catalana.
Dormir con el enemigo puede ser peligroso, pero tiene su morbo. Morirse de ganas por dormir con el enemigo y que éste, en plan matador, ponga a un notario por testigo de que no yacerá contigo ni por todo el oro del mundo es un desplante que no se aguanta dignamente. Al PP le pasa eso con CiU y los populares no han dejado de respirar por la herida desde esa visita de Artur Mas al notario, que es una de las dos profesiones, junto a la de perito, que se han puesto de moda.La vida da tantas vueltas que el partido que solía referirse al Honorable en verso –«Pujol, enano, habla en castellano»– engrandece ahora su figura y no hay mitin en el que Piqué o el propio Rajoy no le pongan como ejemplo. «Un señor que pretende ser presidente de la Generalitat no puede ir a un notario a decir que excluye de la vida política catalana a cientos de miles de personas que han votado al PP. Eso no lo hubiese hecho Pujol», decía este lunes Rajoy en Lleida, en una comida-mitin. «Hubo un tiempo en el que a CiU, pese a sus errores, no se le podía negar que tenía un sentido de la responsabilidad y una visión del país», remarcaba Piqué. A Pujol le tiraban pesetas cuando venía a Madrid a pedir la cesión del 15% del IRPF y Aznar –diplomacia en estado puro– dejó de dirigirle la palabra. Hoy se le añora. ¡Dónde vamos a parar!

El caso es que la dichosa visita de Mas a la notaría ha convertido la campaña del PP en un ejercicio de funambulismo circense. Por un lado, toca criticar el «tacticismo» de Mas, su vídeo contra el Tripartito, sus propuestas de inmigración y su particular pacto del Tinell contra los populares; por otra, urge ofrecerse como socio serio y recordar que durante ocho años el PP apoyó los Presupuestos de la Generalitat, algo que Pujol fue capaz de disimular como la bolita de un trilero. Rajoy se lo preguntaba en Reus: «Si no van a negociar con el PP, ¿van a pactar con los del DVD a los que han puesto de vuelta y media? O retiran el vídeo o cambian el documento del notario», se respondía. Cabe también otra pregunta que Rajoy no se hizo: siendo CiU el principal valedor del Estatuto que rompe España, ¿por qué el PP se empeña en aliarse con ese diablo nacionalista? En esa esquizofrenia andan los populares y en transmitir la idea de que su voto «está más sólido que nunca», en palabras de Piqué. Para amparar semejante confluencia, Rajoy se ha visto obligado a explicar que el programa con el que el PP se presenta a las catalanas «no es ideológico», lo cual quiere decir que vale para todos, para derechas, izquierdas y mediopensionistas. Eso de que gane el sentido común, que es el lema de la campaña, es un paraguas enorme.

Piqué lo tiene difícil, aunque haya logrado, al menos, para alivio de la úlcera, que Alejo Vidal Cuadras, su tradicional enemigo dentro de la organización, no pise Cataluña durante la campaña y se dedique a sus quehaceres en Estrasburgo. Si logra que el PP se mantenga en el entorno de los 14 diputados –escaño arriba o abajo– habrá salvado el tipo. Otra cosa es lo que le ocurra al partido: volver a ser la cuarta fuerza catalana otros cuatro años, sin posibilidad de pisar las moquetas del poder, es demasiado duro cuando no hay bestia negra contra la que luchar porque el prontuario de descalificaciones contra el Estatuto está agotado. Es verdad que además el PP se enfrenta a una presión mucho mayor que el resto de fuerzas políticas y que, tras los incidentes de Martorell, en el que Piqué y Acebes fueron zarandeados, se han repetido los ataques con bote de pintura contra autobuses y sedes del partido. Cataluña no es el País Vasco ni lo que aquí ocurre tiene nada que ver con la kale borroka, lo que no quita para que los sucesos sean intolerables. De manera inteligente, el PP los ha colocado entre las razones para ser votados.

Alguien tendría que explicar al presidente del PP de Cataluña la diferencia entre un mitin y una clase de introducción a la filosofía del derecho, aunque haya que reconocerle que borda eso de pasar del castellano al catalán en mitad de una frase, que es como se ensalza aquí el bilingüismo. Rajoy en eso le aventaja sobradamente. El gallego, que tampoco es especialmente mitinero, domina la escena y el sarcasmo,  y con eso le vale. Otra cosa son los mensajes. El líder del PP sigue instalado en el no con cierta contumacia. No quiere ni oír hablar de pactos, pero, al menos, fía propuestas contra la delincuencia y planes de reactivación económica, que se darán a conocer –nos anuncia– en las próximas semanas.

Rajoy le está quitando mito a Aznar.  «Para gobernar no hay que ser muy listo –aseguró en Reus–. Basta con tener tres o cuatro ideas, algo de patriotismo y pensar algo en la gente».  Nos habíamos acostumbrado a verle sobre un fondo naranja, que es la nueva imagen del PP, pero aquí en Cataluña se sigue llevando el azul claro porque el naranja es monopolio de Convergència. Estos de CiU son insaciables y profundamente ariscos.

Y mañana ... 2. ERC

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