Del «pipí técnico» a la gran coalición

La abstención ‘gratuita’ de CiU a los Presupuestos sugiere un pacto poselectoral con el PSC. Esperpento de Mas en el notario. Montilla pierde los nervios con La Vanguardia.
Artur Mas, líder de CiU, ayer en un mitin en la Lonja del Mar de Barcelona.(Efe).
Artur Mas, líder de CiU, ayer en un mitin en la Lonja del Mar de Barcelona.(Efe).
Artur Mas, líder de CiU, ayer en un mitin en la Lonja del Mar de Barcelona.(Efe).
Lo contaba el martes a las puertas del Congreso el diputado de CiU Josep Sánchez Llibre a propósito de un ex compañero de grupo en los primeros años de la Transición, llamado Llibert Cuatrecasas. El bueno de Llibert popularizó el denominado «pipí técnico», un número de magia que consistía en colocar unas gafas sobre la mesa y desaparecer por tiempo indeterminado, no menos de 24 horas, en función del trabajo acumulado que el diputado tuviera en su gestoría. El pastel se descubrió un día en el que uno de sus compañeros preguntó por él, otro le respondió que Llibert había ido a hacer un «pipí técnico» y un tercero sentenció: «No jodas. Pero si le acabo de ver en el aeropuerto yéndose a Barcelona».Mucho más evolucionado, el «pipí técnico» no consiste ahora en darse a la fuga, sino en llegar a acuerdos en un plis-plas y aunque sea en el retrete, ciencia en la que el citado Sánchez Llibre es todo un especialista. Denle a este hombre los añicos de un jarrón y dispónganse a verle recomponerlo y venderlo al mejor postor como pieza de museo de la dinastía Ming, a mayor gloria de su líder Durán i Lleida y, por extensión, de toda CiU.
Este mismo martes hizo una demostración de poderío con el vicepresidente económico, Pedro Solbes, que determinó la retirada de la enmienda a la totalidad que CiU había presentado a los Presupuestos del Estado para 2007. No fue, bien es verdad, su mejor actuación, pero logró el propósito deseado.

Como es sabido, el nuevo Estatuto contiene una disposición que obliga al Estado a realizar inversiones en infraestructuras por un periodo de siete años equivalentes al peso económico de Cataluña respecto del conjunto de España. Según el Gobierno, 3.195 millones de euros; según CiU y ERC mucho más, porque su concepto de infraestructura es distinto al del Ejecutivo.

Por esa razón presentaron una enmienda contra los Presupuestos, que finalmente CiU retiró, tras el ‘pipí técnico’ de Sánchez Llibre. Su argumento fue que el Gobierno se había comprometido a estudiar de nuevo el cálculo de inversiones en la comisión mixta que prevé el Estatuto. ¿Que cuánto cuesta el gesto? Pues de momento sale gratis, y ahí está el quid de la cuestión.

En plena campaña electoral catalana, la abstención de CiU es un aviso a navegantes sobre las alianzas que sustentarán al nuevo inquilino del Palau de la Generalitat. Huele a pacto entre CiU y PSC, aunque habrá que esperar para conocer su forma y alcance. Un miembro de la dirección del PSOE reconocía que en el famoso encuentro en Moncloa entre Zapatero y Artur Mas en el que se acordó el Estatuto, dio tiempo también a hablar de gobernabilidad en Barcelona y en Madrid.

Las reglas del juego son, al parecer, las siguientes: los socialistas se comprometen a dejar que gobierne en Cataluña el partido con más escaños y a no reeditar el tripartito; a cambio, se aseguran el apoyo de CiU en Madrid y, llegado el caso, no descartan dar entrada en el Consejo de Ministros a algún dirigente nacionalista.

Dando pábulo a estas especulaciones, Mas protagonizó este pasado lunes un episodio un tanto esperpéntico, que consistió en llevarse a la prensa al notario cámaras al hombro para que inmortalizaran su promesa de que no se apoyará en el PP ni harto de cava. Lo más surrealista de este minipacto del Tinell particular es que el líder de CiU ya había estado en la notaría un mes antes, pero debió de pensar que, puestos a levantar, mejor dos actas que una. En consecuencia, y dando por descontado que no habrá mayorías absolutas, a los convergentes sólo les quedaría llamar a las puertas de Esquerra a quienes desprecian– y a las del PSC. Verde y con asas.

Si Mas ha empezado la campaña como un torbellino, creyéndose el ganador y derrochando dinero a manos llenas con su famoso vídeo sobre el tripartito, José Montilla lo ha hecho a la defensiva, con los nervios a flor de piel. El ex ministro siempre fue por la vida de polo de fresa, pero ni es tan frío ni es tan dulce. Estos días perdió los papeles durante una entrevista con La Vanguardia, y que terminó de manera abrupta, llamando sectario al entrevistador. En su descargo hay que decir que el presunto periodista, Xavier Sala-i-Martín, es en realidad un profesor de Economía que trabaja en una fundación de CiU, Catalunya Oberta, cuyo mayor interés fue demostrar que el jienense Montilla no sabía catalán. Cuando a uno lo entrevista el enemigo, es preciso demostrar algo más de cintura.

El martes, en Madrid, estaba que echaba las muelas. Había llegado para votar –sigue siendo diputado– y para poner a CiU a caldo por no apoyar los Presupuestos que más dinero contemplan para Cataluña en toda su historia, y se encontró con el ‘pipí técnico’ de Sánchez Llibre. Reaccionó diciendo que se alegraba de que los nacionalistas lo hubieran percibido porque se habían pasado la vida llegando tarde a todos los sitios, «a la investidura de Zapatero y también al Estatuto, aunque tuvieran tiempo de hacerse una foto».

A nadie se le oculta que Montilla es candidato por dos razones fundamentales: la primera, porque había llegado el momento de que Pasqual Maragall expiara sus pecados, que eran muchos y diversos; la segunda, porque el todavía Muy Honorable jamás se hubiera planteado un pacto con Convergència. ¿Coalición? ¿Pacto de legislatura? Todo es posible en la cama redonda de la política catalana, una fiesta a la que el PP no está invitado.

En qué anda...

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Hacía algunos minutos que había concluido la entrevista de Germán Yanke a Esperanza Aguirre en Telemadrid. Sonó la alerta de mensajes en el móvil del periodista. Era la presidenta de Madrid (no es textual): “Germán. Quizás he sido un tanto descortés. Discúlpame”. ¿Quién dijo que los despidos están reñidos con la educación?

Baltasar Garzón. Asesor de IU en la ley de la memoria.

Junto a Marfín Pallín y Jiménez Villarejo, el juez Garzón asesora a Izquierda Unida en su  pretensión de que la futura Ley de la Memoria Histórica contemple la revisión de juicios como el de Lluis Companys.

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