El ambiente lúdico desentona con la extrañeza de la apariencia. Los personajes de las fotos (muchas veces niños) se han disfrazado para recoger caramelos y jugar por un día a dar miedo. Sin embargo, el artista Gary Baseman (Los Ángeles - EE UU, 1960) los imagina viviendo así a diario, utilizando sus inocentes atuendos para expresar cómo se sienten en realidad.

Nightmares of Halloween Past (Pesadillas del Halloween del pasado), hasta el 24 de noviembre en la galería KK de Los Ángeles, presenta una buena parte de la colección personal de fotografías antiguas recopiladas por el autor, conocido por unir en sus ilustraciones y esculturas la luminosidad del pop con el gusto por lo añejo.

Hace más de una década que Baseman amplía su archivo de fotos anónimas tomadas siempre en la celebración de la festividad anglosajona, su preferida del año. Las imágenes casuales son el complemento perfecto para su arte psicológico y melancólico, lleno de alusiones a la niñez, animales y criaturas amables que construyen una contradicción constante.

Además de reunirlas, utiliza las fotos como base de muchos trabajos, las altera pintando sobre ellas, las reproduce en otros contextos para variar el significado. Baseman las traslada a su terreno creativo en forma de pinturas, impresiones, instalaciones y vídeos.

En una mezcla de celebración religiosa y pagana, casera y a la vez colectiva, las instantáneas rescatadas del pasado combinan la alegría infantil con el aspecto tétrico de los disfraces anticuados vistos desde el presente: la sábana con agujeros, la máscara de animal, la túnica grotesca... Acompañando a la recopilación, se exponen trabajos del artista inspirados en los testimonios reales. Los alrededor de 1500 ejemplos de la muestra —algunos de unos 100 años de antigüedad—  atestiguan una de sus fuentes creativas más importantes.