El estado de embriaguez del músico le hacía tambalearse y el propio director del filme, Gore Verbinsky, tuvo que ayudarle a mantenerse en pie, ante la incredulidad del resto del reparto. Richards, de 62 años, interpreta al padre de Jack Sparrow, el personaje al que pone cara Johnny Depp. Fue precisamente el actor estadounidense el que tuvo la idea de incluir al viejo rockero en el reparto.

Keith estaba tan borracho que llegó a gritar: «Si lo que querían a un angelito de la caridad, contrataron a la persona equivocada», aunque, según confesó después, ni siquiera recuerda lo que ocurrió.

Antecedentes recientes

No es la primera vez que Richards está en el ojo del huracán por motivos similares. En abril se cayó de un cocotero en las Islas Fiyi y toda la gira europea de sus satánicas majestades tuvo que ser reorganizada. El calendario inicial incluía sendos conciertos en Madrid y Barcelona para finales de mayo, que fueron suspendidos por ese motivo.

Los fans, que tenían sus esperanzas puestas en las citas de agosto en Valladolid y El Ejido (Almería), se quedaron sin verles. El gafe siguió haciendo de las suyas y, tras la suspensión del concierto de Valladolid, que dejó con las ganas a 38.000 seguidores, por una infección en la garganta de Jagger, también se anuló el de El Ejido, para el que se vendieron 50.000 entradas.

Las travesuras de Richards

Violó la prohición de fumar: Durante un concierto en Glasgow (Escocia) el pasado mes de agosto, encendió un pitillo sáltandose la prohibición expresa de fumar en un escenario.

Le perdonan una multa de tráfico: El gobernador de Arkansas (EE UU), fan incondicional de los Rolling Stones, decidió eliminar el expediente penal que le habían abierto al guitarrista el pasado verano por un viejo asunto: en 1975, la Policía paró a Richards en Arkansas porque conducía haciendo zigzag. Los policías que lo detuvieron aseguraron que olía a marihuana.

«La estupidez de Mick Jagger»: Keith desveló en una entrevista concedida a una revista musical que creía que su compañero Mick Jagger había cometido «una estupidez ciega» por aceptar el título de sir de la orden del Imperio británico, que le otorgó la reina Isabel II.