Pero no era lluvia, sino una sábana colgante del balcón de un tercer piso. ¿Y cuando no se divisaba tejido? Cualquiera sabe: ¿Unos calzoncillos de chavalín futbolista? ¿El trapo de cocina de una hacendosa ama de casa del Casco Antiguo? La colada no conoce pudor y hasta la ropa interior más celosamente escondida debajo de camisas, faldas y pantalones cuando sus dueños caminan y se mueven, se airea a la vista de todos y desde las alturas de la fachadas. ¡Eso se acabó! El Ayuntamiento de Alicante cascará multas de 100 euros a quien muestre sus vergüenzas (textiles) en la vía pública. Nada de tender la ropa ni de sacudir la alfombra. Personalmente, a quien reparta pelusilla por la atmósfera, yo lo encerraba en Fontcalent. No hay derecho.
Y me da igual si en otros sitios de Europa también practican estas guarrerías de lavandería, que no lo creo. Eso sí, apliquen la norma y no hagan la vista gorda. O les mojarán la gorra.
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