Miguel Poveda: "No es justo que muera la gente en los hospitales porque no haya para atenderlos"

Miguel Poveda, durante los ensayos en el Auditorioa de Cornellá, poco antes de un concierto.
Miguel Poveda, durante los ensayos en el Auditorioa de Cornellá, poco antes de un concierto.
LUCÍA CARRETERO
Miguel Poveda, durante los ensayos en el Auditorioa de Cornellá, poco antes de un concierto.

Como un lama flamenco reencarnado en el cuerpo de un joven coqueto, ha regresado a la cuna espiritual del cante. Inspira, cual kamikaze a punto de dejarse el alma en el escenario... Miguel Poveda tiene la voz nómada y tímida. Felina, pues combina fuerza y delicadeza. En su dulzura oculta una fiera escénica. Su timbre recrea territorios mitológicos: la Andalucía utópica de la que ansiaba beber.

Los ojos rasgados y la sonrisa franca lo delatan. Le insinúo si se trata de un reencarnado, nacido en la periferia del flamenco, en Badalona. Poseído por el espíritu de un cantaor que no quiso nacer en el Sur sino en Cataluña. Ríe. La pregunta/juego invoca la magia, el territorio (la emoción) en el que se siente cómodo. "¿Ah, sí? ¡Qué bonito!", suelta Miguel.

Siguiendo con el juego, el palacio de Potala se convierte aquí en el puente de Triana –al Sur, siempre al Sur– y los mantras (rezos budistas) se traducen en seguidillas, soleas, malagueñas, mineras, coplas, jazz, tangos y lo que haga falta. Su último disco, ArteSano, un retorno al flamenco clásico, tras sus desinhibidas Coplas del querer, han confirmado, con su éxito rotundo, que el maestro está en casa.

Con 39 años lo tiene todo: público, crítica, premios y libertad. Llenazo absoluto en el Teatro Real de Madrid el pasado 8 mayo. El sensible kamikaze expira, pero no está tranquilo. No sabe si llegó o si tiene que llegar. Solo sabe que un alma contamina a la otra, y así transmigra la esencia flamenca. Empieza el viaje iniciático de crío, en su habitación, encerrado en el barrio de Llefià, acompañado de un radiocasete y de las cintas de su madre (las voces de almas maestras). Introvertido, obsesionado, encandilado, recreando los sonidos y el hechizo de la madrugá jerezana o un patio en Sanlúcar. Y con 15 años, y con todo en contra, tímido, aunque movido por el calentar de la tráquea, Miguel decide cantar.

¿Con 15 años sabías que ibas a llegar tan lejos?

No (ríe). Lo digo muchas veces: con 15 años sueñas, fantaseas, tienes una mentalidad muy distinta. Pero solo era un sueño. No creía que lo pudiera conseguir de la forma que lo he conseguido.

¿Y tus padres, qué dijeron?

Con esa edad los padres tienen miedo de que estés en la calle haciendo otras cosas, y el hecho de que yo estuviese entretenido con la música hacía que ellos se volcasen. No porque pensaran que yo iba a llegar a ningún lado. Simplemente estaban apoyándome en mi decisión de querer seguir cantando. Yo, además, empecé pronto a trabajar en la fábrica.

¿Crees que estar escuchando disco tras disco te dio la base y la fuerza para ser quien eres hoy?

Sí, por supuesto. Ahora agradezco todas esas horas que pasé en mi habitación descubriendo a los grandes del flamenco. Que para mí no fue encerrarme para hincar los codos, sino que ha sido un viaje de disfrute. Conocer esas voces, emocionarme con ellas, especialmente cuando eres joven, que recibes esa información con tanta lucidez.

¿Pero de dónde te sale esta vena si tu familia no es andaluza?

Una hermana de mi madre cantaba, cantaba en las peñas, y al principio yo la acompañaba. Desde pequeño me crié en ese ambiente de peñas flamencas, a mi madre le gustaba mucho esa música, porque Puertollano es un pueblo minero que tiene afición al flamenco. Y cuando emigró a Barcelona trajo mucha de esa música. Yo crecí escuchándola. Viví en un ambiente de algún modo andaluz.

Y entonces decidiste hacer la emigración inversa...

Sí. Yo me enamoré de Andalucía desde pequeño. De sus costumbres, de su música especialmente, y de sus paisajes. Los diez últimos años que viví en Barcelona, como dice Pasión Vega en una de sus letras, me bebí las calles. Absorbí lo máximo que pude, de los músicos con los que conviví en el Taller de Musics, de todas las disciplinas posibles. Pero llegó un momento en que quería volver a la raíz en mis discos, necesitaba ese paisaje y me fui a Sevilla.

No fue fácil

Poveda tuvo que emerger en la época en la que existían los gigantes. Caminar como un argonauta bajo los pies de La Paquera, Fernanda y Bernarda,  El Turronero, Enrique Morente, Fosforito, José de la Tomasa, Chocolate, Valderrama... Algunos le tendieron la mano. Otros le dieron la espalda. ¿Un payo de Badalona qué podía contar? Miguel sabía que tenía mucho por aprender. Repleto de nervios, pero con la decisión y la constancia que se requieren para ser mecido por el destino, conseguiría espadas en los tablaos turísticos de Barcelona. El premio que logró en 1993 en el Festival de las Minas de la Unión fue el escudo necesario para plantar batalla e iniciar ese difícil viaje hacia el Sur.

¿Aprender ha sido tu filosofía?

Sí. Porque tú puedes tener tus facultades o pequeñas dotes para dedicarte a cantar, pero eso hay que trabajarlo. Cuando dicen que uno ha tenido mucha suerte, yo me río. La suerte te la tienes que trabajar tú. Es una carrera que necesita constancia, mucha dedicación, mucho amor por lo que haces. Me dicen, "ya has llegado". ¡Yo no sé adónde he llegado ni si tengo que llegar a algún sitio!

Intuyo que no ha sido fácil...

Fácil no es. No he tenido una familia de artistas que me avalara. No he tenido nombre en el arte. No he crecido ni nacido en Andalucía. Soy payo. Son elementos que aunque parezca que no, y sobre todo en esa época, jugaban en contra. Pero es verdad que había otros artistas que habían roto muchos estereotipos. En Cataluña está, por ejemplo, Mayte Martín. Y luego otros maestros que nos han tendido la mano.

¿Cómo quién?

Como pueden ser Enrique Morente, Carmen Linares y Juan Habichuela, que nos han tratado muy bien. Poco a poco, la gente va tirando muros. Y eso no quiere decir que yo no haya tenido dificultades. ¡He tenido muchísimas! Pero gracias a esos predecesores he podido caminar un poco mejor. Pero que sí me lo he currado, yo. ¡Vamos!

Y has conseguido agigantarte, convertirte en referencia del flamenco, con la rara habilidad de ser a la vez renovador y garante de la tradición. ¿Cómo se consigue?'

Creo que viene por el amor que tengo a lo que hago y defendiendo siempre a ultranza lo que creo. Como ha sido con la copla. El mundo del flamenco siempre ha tenido prejuicio con esta música, lo ven como algo kitsch, un género menor. A mí eso no me ha importado. Ahora he defendido un disco de flamenco tradicional, que a priori parece de locos con el éxito que tuvo el anterior (Las coplas del querer). Y al final, funciona. No sé cómo se han conseguido algunas cosas, pero sí que estoy seguro de que en parte es por el amor que le pongo. Aunque me equivoque. Meto mucho la pata, y es porque siempre estoy inquieto. Hago lo que me sale desde las entrañas.

Las entrañas, hacer de kamikaze, a vida o muerte, como has dicho alguna vez...

Tiene mucho de entrega. Es una música mucho más fuerte que quizás otras músicas. El flamenco tiene que añadir un esfuerzo más visceral. A mí, por ejemplo, ya no me importa equivocarme, lo que quiero es expresar, comunicar y pasar esa barrera que hay entre el público y el escenario. Una vez que estoy allá arriba me da igual si voy a morirme. Ahí sí, soy un kamikaze.

Paso a paso ha ido formando su ecléctico universo. Incluso ha participado en el cine con Almodóvar y Bigas Luna. Ha cantado en catalán y recitado a los grandes poetas. Y mientras, fueron llegando los premios y la responsabilidad. Hasta Sevilla lo ha declarado hijo adoptivo y Andalucía le ha dado su medalla. Ha actuado desde Nueva York hasta Ramala. Y su compromiso con el flamenco ha ido creciendo, bolo a bolo, premio a premio. Actualmente, está inmerso en una gira de más de 40 conciertos. Agotando entradas a su paso.

¿Crees en el destino? Es tu fuerza o el destino lo que te movió...

Un poco de todo. Es el destino, porque yo nunca me imaginé que pudiera irme de Barcelona. Yo estaba enamorado de Barcelona, pero llegó un momento que tuve esa necesidad física e interna de irme. Al principio me costó un poquito porque mi ritmo era bien distinto, era más acelerado, y allí fue como recuperar la calma. Ahora llevo ya casi nueve años en Sevilla y me planteo irme a otro lugares.

¿Cómo cuales?

No sé. Aunque Andalucía, Sevilla, es un sitio en el que voy a estar siempre, no descarto Madrid, o Nueva York, que me encanta, o Buenos Aires. Me aburro con la monotonía. Ahora valoro llegar a una ciudad en la que no se me conozca por la calle. Me encanta esa libertad.

¿No llevas bien la fama?

No. Eso no.

¿No?

Es porque con los años te vuelves más tímido. Quieres más tranquilidad. La fantasía de que deseas que te conozca todo el mundo, que te pidan autógrafos, eso se ha ido. A mí me gustaría pasear por Sevilla sin sentirme observado. No lo expreso como queja. Es por mi personalidad, soy discreto, en eso sí que soy muy catalán.

¿Un poco cerrado?

Soy muy tímido, aunque parezca mentira encima de un escenario. Y sentirme observado me afecta. Me da inseguridad, ¿sabes? Me gustar ir a Madrid y pasear por las calles solo. Me gusta comprar discos, o películas, me encanta el cine, e ir al teatro...  Tengo esa necesidad de alimentarme. Llevo unos años en que he estado todo el tiempo dando, y ahora necesito recibir. Pero me doy cuenta de que me freno por no llegar a un teatro y que te hable todo el mundo, ser el centro de atención.

Debe ser agobiante, sí...

Claro. Y Madrid, por ejemplo, tiene una agenda cultural tremenda. Tengo muchas ganas de ver todo por ahí. Y en Barcelona, también. Y esas escapadas me las quiero pegar. Pero, sobre todo quiero ser uno más en una ciudad grande. Ser otro ciudadano, aunque te reconozca alguien en un momento dado.

Has tenido un relación extraña para un cantaor con la moda, ¿no es cierto?

No te creas. Me gusta la moda, pero tampoco de una forma superficial. Si no que me gusta vestir bien, me interesan las tendencias. Me gusta porque salgo a un escenario... Me intereso porque sigo la actualidad de cualquier cosa, pero no le doy un lugar prioritario.

Eres coqueto, vaya.

Exactamente. Tengo esa parte coqueta que hace que me interese quizás un poco más.

¿El cantaor deber tocar el suelo pues habla de lo cotidiano?

Yo creo que todos los artistas tienen que estar con los pies en el suelo, ¿no?  Pero es cierto que en este caso, en el flamenco, que es una música popular, que habla de cosas esenciales de la vida, si lo cotidiano no lo vives, si esos valores de los que a veces hablas no los tocas, no puedes comunicar.

Y ello tiene que ver con que te importen los problemas del mundo...

Por supuesto...

Incluso llegaste a apoyar públicamente al 15-M a través de tu cuenta de Twitter...

Yo en estas cuestiones más que una postura política, porque no tengo, honestamente, ni idea de política, apuesto por los derechos humanos. Yo no soy de ningún partido. Pero me preocupan los recortes. No entiendo un recorte en la sanidad pública. Y a mí me da igual que ahora digan este es un rojo o de izquierdas o no se qué. Es que no van por ahí los tiros. Van por defender la salud de cualquier persona. Amo al ser humano. He perdido a mi padre. He estado en un hospital. Entonces cómo puedes hacer un recorte en algo tan esencial como es la vida o la educación. Siempre me voy a manifestar en contra, esté la derecha o la izquierda. No me parece justo que muera la gente en los hospitales porque no haya para atenderlos.

Tu padre ha sido una persona muy importante en tu vida. Le has dedicado tu último disco...

Mis padres, los dos, han sido importantes. Mi padre se fue muchas veces a trabajar sin dormir por acompañarme, en los principios. Enfermo, escuchaba mi último disco todos los días, porque cuando ya se recuperó en el hospital, pidió que le llevaran música, y entonces yo le llevé mi iPod con el disco ya mezclado. Alguna vez llegaba yo al hospital  y le decía: "Papá échame en cuenta que tienes los auriculares puestos". Y él decía: "¡Oh!, me encanta, me encanta la seguirilla. No es por que seas mi hijo, pero estoy muy orgulloso de ti". Y cuando menos lo esperábamos, se nos fue... Fue entonces cuando me pidieron un texto de agradecimiento para el disco. Yo en esos momentos tenía la mente bloqueada, y me dije, pues pongo esto porque esto es para él.

La dedicatoria es preciosa....

Sí, ¿verdad? Era un hombre con un gran corazón, y fue precisamente lo que le falló. Un corazón grandísimo. Una nobleza, una sensibilidad, hablaba con los ojos. Era un hombre prudente, que se emocionaba con todo, y por eso se lo dediqué.

En la entrañas del disco leemos esta dedicatoria/epitafio: "Este trabajo es para ti, padre, y para tu corazón, que es el más ArteSano que he conocido en mi vida". Firma Miguel Poveda, o mejor dicho, su corazón.

Un concierto especial para un disco con raíces

El concierto que celebró Miguel Poveda en el Teatro Real de Madrid (8 de mayo) fue una de las experiencias más hermosas de su carrera. "La adrenalina fue impresionante", asegura. Un lugar en el que tocó, en ocasiones, el cielo; especialmente cuando superó los nervios y vio que funcionaba su idea. "Yo creo que lo he podido hacer en un momento de casi madurez, y el público estaba entregado", dice.

Presentó ArteSano, un disco de flamenco tradicional en el que ha conseguido que participen su idolatrado Paco de Lucía, Rancapino o Manolo Sanlúcar, entre otros artistas. La esencia del disco es un recorrido geográfico y emocional a través del arte que ama Poveda. Tiene un colorido amplio, con alguna composición nueva, como la desarrollada por Isidro Muñoz, y mezcla diferentes palos a través de los distintos lugares a los que canta, como Cádiz, Triana, Sevilla, Málaga o la Unión.

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