Debe de ser una de las pocas concesiones que ha hecho Fernando a las modas pasajeras. Porque a El Loco, como lo conocen algunos de sus amigos, lo que le gustan son las tradiciones cordobesas. «Mi vida gira entorno a las fiestas», dice.
¿Un mes? «Mayo, auténtico. Es el único mes en el que cogemos vacaciones». ¿Los peroles? «Son la convivencia auténtica» ¿La Feria de Nuestra Señora de la Salud? «Lo máximo que hay en Córdoba, no falto ni un solo día». ¿Los Patios? «Perfectos, quizás haya demasiada gente y pondría la pega de que la peña de la Pimienta nos ha fallado dos años». ¿Las Cruces? «Perfecto también, aunque quitaría los macrobotellones».
¿Carnaval? «La sátira, la forma de liberar los problemas».
Fernando no falta a una. Y siempre está rodeado de gente. «Nunca he conseguido salir sin que me salude alguien». ¿Por qué? «Quizás porque siempre estoy en la calle, metido en el mundo de las peñas». El Loco también es peñista. La suya es la de Escalante.
Al grano. Fernando del Rosal nació en Jaén en 1949, pero lleva 51 años viviendo en Córdoba. Tiene una tienda de aparatos de aire acondicionado en la calle Cinco Caballeros. Si vas por allí, pregúntale por su canario Juanito (el mudito) Valderrama.
Fernando se mueve en Vespa y se corta el pelo sólo una vez al año: el último día de feria («es que me gusta llevar mi coletita cuando voy al Arenal»). Cuando se jubile, quiere marcharse a Málaga («a la Carihuela, con mi gorrito de marinero a que me canten verdiales»). Su comida favorita, el salmorejo.
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