Encontrar un donante de médula que sea genéticamente compatible. Es el principal objetivo de la familia de Sami, un niño de ocho años de L’Hospitalet (Barcelona) que padece leucemia linfoblástica, un tipo de cáncer en la sangre. El chaval ya luchó contra ella y venció. De esto hace dos años, pero en noviembre volvió a recaer.

El pequeño ya ha recibido los cuatro bloques de quimioterapia previos a la intervención. De hecho, sólo queda dar con una médula que le encaje. "Ni su padre, ni su hermano, ni yo tenemos una médula genéticamente compatible y el trasplante debería de ser casi inminente", argumenta Carolina, la mamá de Sami. De momento, no han encontrado la que se le ajuste como anillo al dedo. Y eso que Sami está en la lista de espera del Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO), que creó la Fundación Josep Carreras de Lucha contra la Leucemia.

Para fomentar las donaciones de médula, Carolina, con el apoyo del AMPA de la escuela a la que acude el pequeño, ha organizado una campaña informativa para "concienciar a la comunidad educativa y los vecinos del barrio sobre qué supone ser donante".

Porque esta madre lo tiene claro: "Estamos buscando la esperanza de vida de un niño. Y eso no cuesta nada". Además, añade que "los síntomas posteriores a la donación son muy leves, como si estuvieras resfriado" mientras que para saber si se es compatible "se hacen pruebas muy sencillas, como un análisis de sangre". Reconoce que "la posibilidad de coincidir es complicada. Hay gente que está en el registro, pero nunca les llaman". Pero Carolina no pierde la esperanza: "Cuantos más donantes haya, más coincidencias podrá haber. Para todos".