Después de desaparecer la cadena con candado que impedía el acceso al solar donde se alza, antigua propiedad de unos marqueses ilicitanos, herederos del escudo de Maqueda, tan sólo un fino alambre sujeta ahora la vecina puerta de entrada a este importantísimo recinto, una de las cuatro únicas entradas a la urbe intramuros, junto a las puertas de Elx, de la Mar y de l’Horta, todas desaparecidas.
Parte fragmentaria de una torre cuyo derribo debió de producirse en el otoño de 1858, según manifestaciones del arquitecto y conservador municipal Pablo Rosser, la pared que aún permanece en pie, de unos 15 metros de altura, se salvó paradójicamente al formar parte del hueco de la escalera del edificio de los marqueses, demolido desde hace años.
Solar destinado en principio a albergar las dependencias de la Concejalía de Hacienda, definitivamente alojada en la calle Mayor, era, según escribió el cronista Nicasio Camilo Jover, «el único monumento que se conservaba del tiempo de los moros». En 1836, redactó Jover, aún podía leerse «una inscripción del Corán» en sus paredes milenarias.
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