Atrás quedaba el malecón, su gente, los buenos años de la juventud. Y uno de los mejores favores que pudo hacerse a sí mismo (y a todos nosotros) para curarse la nostalgia fue fundar La Habana Vieja.

Ya han pasado quince años desde que se abriera este pequeño rincón de Cuba en Madrid.

Cuando comenzaron, en el bar no entraban ni seis personas, pero, después de la ampliación, no sólo es una de las terrazas de verano más atractivas de Madrid, situada en pleno paseo del Pintor Rosales, al lado del teleférico; también es una de las mejores coctelerías a la hora de degustar un estupendo mojito o un daiquiri con la misma clase y encanto que le ponía Heminghway.

Hoy, el local lo llevan los hijos de Orestes, pero siguen siendo fieles a su filosofía. Todavía ofrecen productos totalmente naturales a muy buenos precios (atención a sus sándwiches cubanos), y destaca la amabilidad del servicio y hasta el pequeño toque caribeño, que se nota tanto en el acento como en la simpatía de sus camareras.

¿Y la música? Animada, pero con el volumen justo para no chafar una buena velada bajo el calor de la noche.

Dicen que quince años no son nada, y menos para un local como éste. Felicidades.

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