Salen a la luz las fotos inéditas de los años de retiro y reinvención del maestro Edward Steichen

  • El fotógrafo se recluyó en su casa de campo en Francia para meditar sobre su lenguaje artístico.
  • Desde la I Guerra Mundial y durante cinco años se dedicó a experimentar para romper con el pictorialismo y acercarse al modernismo.
  • Estaba tan obsesionado que era capaz de hacer mil tomas de una sola foto. Su viuda guardó estos ensayos hasta 2008. Ahora aparecen en un libro.
Una de las fotos de Steinchen incluidas en el libro
Una de las fotos de Steinchen incluidas en el libro
Estate of Edward Steichen
Una de las fotos de Steinchen incluidas en el libro

Un nuevo libro iluminará una de las épocas oscuras de la historia del arte contemporáneo: los años de transición, retiro y reinvención de Edward Steichen (18979-1973), el gran maestro e innovador de la fotografía. Las imágenes que salen a luz, casi todas inéditas, documentan la ruptura del fotógrafo con los cánones del pictorialismo de principios del siglo XX y su transición hacia el modernismo.

El libro Steichen: Eduard et Voulangis (The Early Modernist Period, 1915 - 1923), de la editorial Lumiere Press, publica por primera vez las fotos en las que Steichen trabajó, con un ardor cercano a la neurosis, para encontrar un nuevo lenguaje. Estaba tan obsesionado con la búsqueda que era capaz de hacer hasta mil negativos de un mismo tema para dar con el tono que pretendía.

El volumen, una edición de lujo compuesta a mano y con tipos móviles de imprenta, de la que solamente serán publicados 250 ejemplares numerados (la editorial sólo informa del precio a posibles compradores), incluye 16 fotografías que la viuda de Steichen, Joanna Taub Steichen (1933-2012) entregó en 2008 en un sobre al marchante y galerista Howard Greenberg.

Obras de los 'años perdidos'

La sorpresa fue mayúscula cuando en el sobre aparecieron obras de los que hasta entonces se consideraban los años perdidos del gran fotógrafo: desde 1915, poco después del inicio de la I Guerra Mundial, hasta 1923, cuando se trasladó a vivir a Nueva York y aceptó el cargo de jefe de fotografía del grupo Condé Nast, editor de, entre otras revistas, Vogue y Vanity Fair, publicaciones de referencia en el mundo de la moda.

Durante los siguientes quince años, Steichen sacó partido a la influencia y los recursos de Condé Nast para crear un nuevo patrón para los retratos. El nuevo estilo rompió dramáticamente con la tradición y absorbió las influencias del avant-garde para abrir camino a la moderna fotografía de moda. Su influencia es enorme y puede palparse en toda una pléyade de fotógrafos posteriores, desde Horst P. Horst y Richard Avedon, hasta Robert Mapplethorpe y Bruce Weber.

La obra que muestra el libro Steichen: Eduard et Voulangis es, precisamente, la simiente que sirvió al artista para el gran paso que daría en los EE UU. En el prólogo de la publicación, Greenberg se refiere a las fotos como "trabajos de ambigüedad abstracta e hipótesis realizadas sobre papeles fotográficos".

En la casa de campo que alquiló en 1908 en Voulangis, en las afueras de París y no muy lejos del estudio de fotografía que mantenía en Montparnasse, Steichen decidió dedicarse a la jardinería y a las fotos con un ánimo parecido: buscando el equilibrio necesario entre la belleza estética que procedía de los pintores clásicos -su particular canon fotográfico de los inicios- y las ansias de ruptura de las vanguardias.

Experimentos con objetos cotidianos

Sin pretender que las fotos fueran material exhibible, se dedicó a experimentar con objetos cotidianos (flores, piezas de fruta, jarrones, cristalería...) y realizar algún que otro retrato para salir de la "encrucijada", como añade Greenberg, en la que se sentía.

Vistas a la luz del presente, las fotos son "modernas como un koan visual" y prefiguran la obra posterior de Steichen. Todas las piezas datadas en la Villa L'Oiseau Bleu (El pájaro azul) -como el fotógrafo bautizó a la casa de campo, en honor a la obra de su íntimo amigo, el escritor Maurice Maeterlinck- muestran como Steinchen se dejó llevar, como él mismo diría, por una "búsqueda y aprendizaje profundos de mi alma".

Al terminar aquellos años, el padre del pictorialismo fotográfico había cambiado de mirada y se consideraba un "modernista" dispuesto a dar a la fotografía valor por sí misma y no en relación con la pintura.

Su carácter era el de siempre, extremo y de compromiso absoluto con la obra. En la casa de campo destruyó muchas de sus fotos anteriores mientras se dedicaba a repetir mil veces la foto de un plato y una taza hasta dar con la copia que le convenciera.

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