Con este argumento se defendió ayer el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, de las injurias, calumnias, acoso moral y coacciones de las que le acusa un sacerdote al que inhabilitó para ejercer sus funciones religiosas.El sacerdote se querelló después de que Martínez le acusase de quedarse con los derechos de propiedad intelectual de un libro sobre la catedral.
El arzobispo negó los hechos y afirmo: «Nunca he tenido el móvil de dañar» al querellante, «sino sólo de gobernar la diócesis». Ayer fue la primera vez que un prelado de España acudía a declarar como acusado.
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