«No hay derecho, llevo 55 años viviendo en esta calle y las moreras han estado siempre aquí», se lamentaba ayer Pilar, una vecina de 75 años que acostumbraba a refugiarse bajo la sombra de la morera talada.
«Esto así no se puede quedar, nos están dejando poco a poco sin sombras en la calle», protestaba Juan mientras miraba el enorme tocón de la última morera talada, un ejemplar de casi 9 metros de altura y cuyo tronco no podía ser abrazado por una sola persona.
Otros, más optimistas, esperan la llegada de nuevos árboles a la calle. «Si lo han cortado, es porque el árbol estaba enfermo.
Seguro que el Ayuntamiento planta nuevos», comentaba Carmen con un grupo de vecinas. Eso sí, sentadas al sol.
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