Cualquier visita del jefe de la Iglesia Católica al campo de la muerte más infame de los nazis es un evento cargado de simbolismo, que evoca temas controvertidos como las relaciones entre cristianos y judíos y la cuestión de si alguien puede creer en Dios después de semejante mal.

"La visita de un Papa alemán a Auschwitz-Birkenau es un gran evento", dijo el embajador de Israel en Varsovia, David Peleg, usando el nombre completo del campo de concentración donde cerca de 1,5 millón de personas -la mayoría de ellas judías- fueron asesinadas en cámaras de gas.

"Estamos esperando el discurso que dará allí", agregó.

Benedicto, de 79 años, visitará Auschwitz el domingo, al final de un periplo de tres días por Polonia, en donde rendirá homenaje a Juan Pablo II que murió en abril del año pasado.

Juan Pablo visitó este campo de concentración en su primer viaje a Polonia en su calidad de Sumo Pontífice de la Iglesia Católica en 1979.

Construido en 1940 por las fuerzas de ocupación alemanas cerca de la ciudad de Oswiecim, al sur de Polonia, como campo de trabajo para los polacos, Auschwitz -como lo llamaban- se convirtió en el eje central de la "Solución Final" de Adolf Hitler para exterminar a los judíos de Europa.

Un papa alemán que visite Polonia se enfrenta a dos tipos de desconfianza, la de los polacos dominados durante siglos por su poderoso vecino alemán y la de los judíos perseguidos por el Holocausto, que mató a seis millones de personas.