Un convoy de 25 tráileres ha salido de Estocolmo rumbo a Madrid. Recorrerán un trayecto de más de 3.000 kilómetros, cubriendo una distancia aproximada al diámetro de la Luna. En su interior, cuidadosamente embalada para preservar su fragilidad, yace la memoria de un sueño azul: una escafandra que vio la inmensidad de nuestro planeta desde el espacio, una regla de cálculo de madera que los astronautas llevaban consigo por si el ordenador de a bordo o las comunicaciones fallaban, cámaras manuales de la misión Apolo XVII, cuyos objetivos captaron las últimas fotografías tomadas por un hombre en la Luna... Todos ellos reflejan el afán y las dificultades del hombre por cumplir su anhelo de alcanzar las estrellas.

La exposición NASA: La aventura del espacio reúne la mayor colección de artículos relacionados con la carrera espacial americana que se exhibe fuera de Estados Unidos. El cargamento llegará al Recinto Ferial de la Casa de Campo de Madrid el próximo lunes, donde comenzará a instalarse en un espacio de 2.500 metros cuadrados y abrirá sus puertas al público el 16 de diciembre.

Las puertas metálicas de la exposición, que ya ha triunfado en Estocolmo, se abren y dejan paso a una pasarela roja que conduce a la torre de lanzamiento del Apolo XVII, la sexta y última misión tripulada a la Luna. Está oscuro y las luces centellean por debajo. La Luna resplandece en el cielo de Cabo Kennedy, Florida, la noche del 7 de diciembre de 1972. Como un astronauta más, el visitante cruza la pasarela y comienza su viaje. La intención de NASA: La aventura del espacio es contagiar las emociones de la carrera espacial, y para ello incluye una audioguía con pantalla táctil que contiene información adicional y grabaciones que transmiten la experiencia de un documental en vivo.

A lo largo de seis galerías temáticas el visitante puede descubrir más de 300 artefactos originales del Programa Espacial de EE UU, además de algunos procedentes de la URSS, de gran valor histórico; entre los que hay réplicas a tamaño real, y de una gran fidelidad, de los vehículos espaciales más importantes de la historia; además de maquetas que conservan la misma escala y detalles de los originales.

Los expositores están llenos de curiosidades: el marcador mach con el que se rebasó por primera vez la velocidad del sonido, raciones de comida para el espacio (que incluyen una de vodka, que llevaban siempre consigo los cosmonautas soviéticos), pañales y otros sistemas de evacuación fisiológica, un cristal del alta densidad que se quebró por la onda de choque provocada por el despegue de un cohete Mercury, y artículos de merchandising auténticos de los años sesenta (pijamas, tarteras, termos), que reflejan la fiebre por el espacio que se vivió entonces.

Los protagonistas de la exposición son los trajes espaciales empleados en misiones Mercury, Géminis y Apolo, fabricados a medida para cada astronauta y conservados en urnas aclimatadas para impedir su deterioro. La exposición de Madrid contará como novedad con un traje abierto que muestra la complejidad de los materiales y de las capas que lo componen.

Entre las réplicas que se exhibirán en la exposición, destaca la reproducción a escala real de la cabina de mando de un transbordador espacial (Space Shuttle). También resulta estremecedor ver un vídeo de pruebas de la NASA que muestra cómo un trocito de gomaespuma como el que acolchaba el depósito de combustible del Columbia pudo perforar el fuselaje de su ala durante el despegue y causar después su desintegración durante su regreso a la Tierra.

Carlos González Pintado sonríe cuando le sugieren que la llegada del hombre a la Luna fue un montaje. Ex jefe de Operaciones de la NASA, trabajó para la agencia espacial desde los años sesenta en la estación de Robledo de Chavela (Madrid). Allí vivió la llegada del Apolo XI a la Luna y la pesadilla del Apolo XIII. Robledo también recibió la primera foto de Marte y trabaja en la actualidad con las principales agencias. La exposición dedicará un apartado a Robledo de Chavela.