Responder a las necesidades de este colectivo es ahora el reto de los fabricantes, distribuidores y comercios.

Las grandes superficies alicantinas cada vez son más conscientes de esta realidad y facilitan a los inmigrantes levantarse de la cama con los aromas y los sabores que recuerdan su patria.

Ahora, los pasillos del súper comparten cereales con dulce de leche y bocadillos veleños. Los nuevos sabores llenan de colorido las estanterías: salsa picante, panetone, dulce de guayaba, motas de guanábana, cascos de guayaba, mango en almíbar,  crema de cacahuete... Tampoco faltan los condimentos como la pasta de achiote, el adobo nativo, el de namí, el mojo verde o rojo o el almogrote.

El jefe de almacén de un híper alicantino contó más de 1.400 artículos nuevos, «entre surtidos europeos, latinoamericanos y una pequeña representación de productos marroquíes y comida halal», esto es, con el sello de garantía de que han sido elaborados bajo los preceptos del Corán, que se ampliará próximamente. También dan servicio las tiendas que regentan sus compatriotas. «Pero sólo voy cuando quiero darme algún capricho», por el precio, explica una inmigrante rusa.

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