Desde primera hora de la mañana el paseo del Quince de Mayo empezó a congregar a cientos de madrileños, aunque este año con una novedad ya que a ambos lados de esta vía no se instalaron las casetas habituales de la pradera sino que se trasladaron junto al cementerio de Santa María.
Con este cambio, provocado por las obras de remodelación de la M-30, el paseo fue tomado por los viandantes, algunos pertrechados desde temprano con la vestimenta típica de la fiesta.
Así, muchos lucía chaleco y parpusa, la gorrilla de los chulapos, mientras que las mujeres contoneaban sus caderas al caminar con sus vestidos de castizas, a lunares, con estampados floreados y acompañados de mantones y claveles rojos y blancos en el pelo.
También devotos
Y mientras unos buscaban de inmediato un lugar a la sombra donde pasar la mañana y comer, los más devotos preferían primero acudir a la ermita dedicada a san Isidro y su esposa, santa María de la Cabeza, construida en 1725.
Allí durante toda la mañana se formaron largas colas para beber agua de su fuente o besar la reliquia del santo, que guarda tres falanges del patrón labrador.
No fueron las únicas hileras de gente que se formaron en la pradera ya que a escasos metros de esta ermita cientos de madrileños esperaban también turno para conseguir una parpusa y un abanico que el Ayuntamiento de Madrid regalaba a los madrileños.
Con tanto comensal no faltó de postre las tradicionales rosquillas, "las tontas, las listas y las de santa Clara", tampoco barquillos ni la música de organillo y chotis.
Los políticos no faltaron
Entre los paseantes también pudo verse a políticos del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, entre ellos al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, cuya visita fue una sorpresa, casi tanta como el instante en que lució una parpusa que le ofreció un castizo.
El que paseó con esta gorrilla toda la mañana fue el secretario general del PSM, Rafael Simancas, mientras que la portavoz socialista en Ayuntamiento de Madrid, Trinidad Jiménez, lució un clavel blanco en su pelo.
No obstante, los primeros en llegar a la pradera fueron los portavoces de IU en la Asamblea y el Consistorio madrileño, Fernando Marín e Inés Sabanés, que ya a las 10.00 horas paseaban por el recinto.
Todos congregaron a su alrededor a decenas de madrileños con los que se fotografiaron y charlaron durante unos minutos.
Y aunque "no es día de hacer política", dijo el alcalde, la oposición aprovechó la fiesta para denunciar la "tala indiscriminada de árboles" y así el PSOE colocó a algunos de los ejemplares de la pradera lazos verdes como símbolo de protección.
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