"Me gusta subirme a los armarios"

Irene de Valenzuela tiene ocho años. De mayor quiere tener un descapotable rojo para que le dé "el aire en la cara".Le gusta estar siempre en movimiento e inventar bailes.
Irene, puro nervio.
Irene, puro nervio.
20minutos.es
Irene, puro nervio.
Irene es pura dinamita. Baila mientras anda por la calle, da vueltas sobre sí misma. Por el camino, cuenta cómo se metió en la boca todas las gominolas picantes a la vez sin saber que picaban tanto.
No sé por qué me preguntan de dónde saco tanta energía
"No sé por qué me preguntan de dónde saco tanta energía. Quedarse parado es aburrido, la energía sale sola", dispara. Se fija en las acrobacias de trapecistas, gimnastas y bailarinas. Habla de piruetas y saltos mortales con la intención de intentarlos.

En las paredes de su cuarto está poniendo fotos de animales y hay un gran dibujo del circo. Las muñecas no tienen mucho interés para ella: "Las barbies son un poco repipis". Los muñecos que hace con corcho blanco son los que más le divierten.

Sus mejores juguetes, unos armarios

Sin duda, los juguetes estrella de su habitación son los armarios. "Escalo por los cajones y a veces me quedó allí un rato. Me gusta cómo se ve la habitación desde arriba", dice.

Le cuesta levantarse por las mañanas, pero sólo le hacen falta unas galletas y un vaso de leche para que empiece la acción. Sus asignaturas preferidas son matemáticas e historia: "Acabamos de estudiar a los celtas y los íberos. Me gusta, es misterioso".

Cuando llega el recreo juega al pilla pilla o al escondite si sus amigas no están demasiado ocupadas "peleándose y perdonándose".

Irene no tiene paciencia para tantos entuertos, pero cuando hay problemas no queda más remedio que posponer las carreras para otro día. Por la tarde, al acabar los deberes, siempre está lista para cualquier plan divertido y le cuesta irse a dormir.

Contar ovejas no sirve: "Me imagino que una oveja se para y las que vienen detrás se caen, se arma un lío y no me puedo dormir". Tiene otras técnicas, mirar las estrellas fluorescentes pegadas al techo. La energía inagotable de Irene comienza a recargarse para poder seguir brincando al día siguiente.

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