Un cierto enfado
Los familiares están contentos, a la vez que enfadados. «Nos han colocado a dos metros del espectáculo», se queja Carmen, hermana de Ignacio Fernández Vial, constructor del barco del siglo xvi que ha sobrevivido a una travesía en el siglo xxi. En año y medio, la nave formará parte del Museo de la Navegación. Ahora estudian que esta joya náutica pueda ser visitada y promocione la Copa de América.
Aurelio García. Marinero. Historiador. Écija. «He realizado un estudio antropológico de la relación de los tripulantes. La vida a bordo es muy atractiva. Te das cuenta de que tienes que improvisar y que todo depende de tus manos».
Andrés Romero. Marinero. Médico. Sevilla. «Zarpé nada más terminar la carrera y me he hecho médico a bordo. No hemos tenido ningún problema serio, salvo una intoxicación en el Pacífico. Nos pusimos rojos y se nos hincharon los labios».
Joaquín Murube. Marinero. Piloto de aviación. Sevilla. «El aburrimiento lo matábamos leyendo. He echado mucho de menos las tapitas y los picos. Cada día de esta travesía se lo he dedicado a mi hermano Alfonso, que era un aventurero».
José Luis de Ugarte. Capitán. Navegante transoceánico en solitario. Vizcaya. «En esta travesía no hemos descubierto islas ni estrechos, pero la tripulación sí se ha auto-descubierto. Lo peor fue la entrada a Tokio. No volvería a dar la vuelta. Ya soy mayor».
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