En la mayoría de los casos está motivado por el impago de la renta o de alguna otra cantidad asumida por el inquilino. La ley también contempla como motivos el subarriendo sin consentimiento, la realización de actividades molestas, la utilización de la casa para otros usos o su deterioro.
Un proceso lento
Para llevarlo a cabo, el propietario debe interponer ante el juez una demanda de desahucio. Una vez estimada, la ley estipula en 50 días la ejecución de la orden. Sin embargo, los trámites nunca siguen los tiempos marcados. Dependerán de la agilidad del juzgado, del desarrollo de las citaciones y de las tretas legales que se le consientan al arrendatario.
Superados estos obstáculos, y si el inquilino no ha accedido a dejar la casa, se procederá al desalojo forzoso, por el que se presentarán en el domicilio los miembros de la comisión judicial, acompañados, si fuera necesario, de las fuerzas de seguridad.
Las estrategias del moroso
Existen auténticos morosos profesionales. Entre sus estrategias más eficaces para retrasar el desahucio está la de provocar la suspensión del juicio por no haber sido citados ‘en forma’ –simplemente no abriendo la puerta al cartero para recoger la citación– o acogerse a la enervación, por la que se le dará una segunda oportunidad para volver a habitar la casa.
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