Aunque cada gallego lleve un hombre del tiempo en el alma, los cabecillas del puerto exterior no atinan con el sistema de predicción meteorológica adecuado. El método «falló» el día en que una ola de cinco metros arrastró a la muerte a Estebo y José, aunque la versión oficial siga culpando al descontrolado «tren de olas imposible de predecir» (sic).
Para paliar tan funestas consecuencias, de nada servirán chalecos salvavidas ni walkie talkies. Mejor les iría si contratasen los servicios de Santiago Pemán. Esto é todo, ata mañá.
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