Villaverde olvida

Los vecinos se declaran «hartos» del estigma que pesa sobre el distrito un año después de la muerte de un joven.
En el lugar en el que murió Manu, el Ayuntamiento ha colocado una placa.
En el lugar en el que murió Manu, el Ayuntamiento ha colocado una placa.
sergio gonzález
En el lugar en el que murió Manu, el Ayuntamiento ha colocado una placa.
A la guineana Karina Biachó y a su amiga les escupieron en la cara y les gritaron con rabia que se largaran a su país. Un grupo de jóvenes entró en el locutorio donde estaban y rompió los cristales con furia. Karina se refugió en una cabina y deseó que el momento pasara rápido.

Aquella escena se le quedó clavada, pero Karina dice que perdona y olvida, que lo entiende. Ocurrió el 11 de mayo de 2005, el día en el que cientos de vecinos de Villaverde se echaron a la calle para pedir seguridad en el barrio de Oroquieta.

«La reacción fue normal»

El 2 de mayo Manuel González murió acuchillado presuntamente por un dominicano. Tras su muerte se sucedieron los brotes xenófobos, se desplegó un amplio dispositivo policial y se prometieron inversiones para un distrito «abandonado» y con elevada población inmigrante. Ha pasado un año desde entonces.

Karina está hoy en frente del lugar en el que la agredieron. Tiene la mirada limpia y   la sonrisa coqueta. «Yo creo que lo que pasó está olvidado. La reacción fue normal. Hubo momentos de tensión, pero ya no», dice.

Sus palabras las corroboran varios residentes. Hay quien se confiesa «harto» del estigma que pesa sobre Oroquieta. De que se hable de ellos en clave de conflicto. «Aquí no ocurre nada distinto a lo que pasa en otros barrios», dice una peluquera. La tensión de hace un año ya no se siente, según cuentan algunos vecinos. Es como si Villaverde quisiera olvidar, aunque nadie olvida a Manu.

Inversiones «en el aire»

Tras la muerte de Manu, Villaverde despertó una atención inusitada por los brotes racistas y la tensión vecinal. El Ayuntamiento promovió entonces un gran plan de inversiones que, según Teresa González, portavoz vecinal, «se ha quedado en el aire». El concejal del distrito, Carlos Izquierdo, en cambio, cree que el balance «no puede ser más positivo» y que se ha reducido la inseguridad.

Ligia Reyes. 50 años. Ecuatoriana. Encargada de un ciber. «Llevo cinco años en el barrio y me siento a gusto aquí, como si estuviera en mi tierra. A pesar de lo que ocurrió el año pasado, ahora creo que no hay ninguna tensión».

Juan Víctor Calvo. 62 años. Español. Trabaja en la construcción. «El barrio está mejor, pero un poco descuidado en cuanto a la limpieza. Hace tiempo que no se oye nada de atracos ni de riñas desde que ocurrió lo de Manu. La Policía viene a menudo».

Marian Ivanovici. 30 años. Rumano. «El año pasado se notaba la tensión, pero la verdad es que yo trabajo todo el día y no noto nada. El barrio es tranquilo si no buscas problemas y si demuestras lo que eres. A mí me gusta este sitio para vivir».

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