FIB 2011: más fiesta, más lentillas y menos gafapastas

  • Decenas de miles de personas asistieron a la segunda jornada del Festival de Benicàssim para seguir la actuación de The Strokes.
  • La presencia británica dominó en la cita castellonense.
  • Primera jornada: El FIB juega y gana en casa.
Cientos de seguidores asisten al concierto ofrecido por la cantante Russian Red en la jornada de apertura del Festival Internacional de Benicàssim (FIB).
Cientos de seguidores asisten al concierto ofrecido por la cantante Russian Red en la jornada de apertura del Festival Internacional de Benicàssim (FIB).
Domenech Castelló / Efe
Cientos de seguidores asisten al concierto ofrecido por la cantante Russian Red en la jornada de apertura del Festival Internacional de Benicàssim (FIB).

Han pasado 16 años desde que se celebró la primera edición del Festival de Benicàssim y, por lo tanto, era forzoso que la cita musical más importante de la agenda festivalera española evolucionara en consonancia con los tiempos. A lo largo de casi dos décadas el FIB ha experimentado numerosas variaciones: de una ubicación modesta en el velódromo de la localidad, pasó a celebrarse en 1998 en un recinto con capacidad para alojar a miles de fibers; de ser un evento con vocación nacional, comenzó a recibir a públicos procedentes de otras latitudes. Jugueteó con patrocinios millonarios (uno de ellos, el de Heineken, lo perdió en 2010) y figuró en los listados de los festivales europeos más reputados. En 2009, sus fundadores, los hemanos Morán, ya cuarentones, dejaron su amado y complicado negocio en manos de Vince Power, un promotor irlandés que prometía hacer funcionar el engranaje pese a no ser un melómano confeso.

Sin embargo, ha sido 2011 cuando el cambio de público y de dirección que ya se intuía en años anteriores, ha quedado patente. Donde antes había puestos de discos, de falafel y una peluquería ultramoderna, hoy triunfan los fish & chips, tiendas de pulseras y una rentable atracción de feria (hay cola para sentir ese revulsivo de adrenalina que ocurre cuando su brazo robótico le pone a uno patas arriba).

El idioma mayoritario es el inglés, los grupos que capitanean la programación llegan cedidos de las listas –alternativas o no- británicas y los fibers son más musculados y más cercanos al estilo de los grandes hermanos que al de los reflexivos gafapastas. Estos últimos, por otra parte, se antojan ya un poco ajenos y raros, una especie en extinción que se está pasando a las lentillas.

Como ventaja, los nuevos protagonistas disfrutan cada momento y son muy animados. Aunque la música parece pasar a ratos a un segundo plano, los casi 45.000 jóvenes que asistieron el viernes por la noche a la segunda jornada del FIB se agolparon para ver a Elbow y, sobre todo, a The Strokes, una banda que consiguió en 1998 ser proclamada ‘la salvadora del rock’ con himnos tan poderosos como Is this it? o Someday. Hoy sus nuevos singles repiten sutilmente aquellas recetas que les dieron la fama.

En concierto, los neoyorkinos tienen un directo casi perfecto, tan idéntico al sonido de estudio que parecen que tocaran en playback. Han mejorado en la puesta en escena, que sigue siendo estática y cabizbaja, sus músicos camuflados por sus chupas de piel negra. Pero en esta ocasión su líder, Julian Casablanca, se atrevió a pronunciar unas palabras en español: "Estrella, cielo…", dijo en un momento, romántico y místico. El entusiasmo del público y las apreturas provocaron que su concierto fuera uno de los más accidentados, con decenas de jóvenes acudiendo mareados a la enfermería para ser atendidos. Nada grave.

Conciertos silenciosos, de moda

El poder de convocatoria de los estadounidenses permitió que el resto de conciertos de la muestra se pudieran disfrutar con notable desahogo, entre ellos el de James Murphy, virtuoso ex LCD Soundsystem, un experto en el arte de hacer bailar. O las sesiones de Dj de Atom Rhumba en la carpa Red Bull, cuya peculiaridad es que los conciertos que se celebran en su interior son silenciosos y para escucharlos hay que utilizar los cascos que facilita la organización. Una experiencia divertida que tuvo mucho más éxito que la similar del Orgullo Gay en Madrid, donde no se repartieron auriculares.

Los veteranos The Stranglers ofrecieron otro de los conciertos a tener en cuenta de la noche, con temas más serenos que los de sus orígenes. Destacó el clásico Golden brown y el baile espontáneo y sincronizado con el que lo acompañaron algunos espectadores, formando un corro lírico y divertido.

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