Jornada de luto en la ciudad

Viernes santo:  Sólo en esta jornada puede verse a los hombres paseando por la ciudad vestidos con traje oscuro y corbata negra y a las mujeres de mantilla sin adornos de colores.
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Es llamativa la implicación de esta ciudad con las cosas que organiza, y más aún cuando por medio juega lo sagrado. Sevilla y los sevillanos, al margen de la implicación personal en la fiesta, la viven en toda la extensión de la palabra.

El Viernes Santo, según las Sagradas Escrituras, es el día en que murió el Señor. Por eso, paseando por la ciudad, en esa jornada, y no en otra, puede verse a los hombres vestidos con traje oscuro, camisa blanca y corbata negra. Las mujeres, de mantilla, en ningún caso llevan claveles. Y además, las instituciones, organismos y entidades colocan en los mástiles sus banderas a media asta durante los dos días en que Sevilla conmemora la muerte de Cristo, también en señal de respeto, luto y condolencia.

Ese espíritu luctuoso que se respira en las calles también se vive en el interior de las cofradías. No hay hermandades de capa ni barrios enteros en peregrinación al centro, si exceptuamos al Cachorro, pero hasta esta corporación viste túnica y antifaz negro, y el Cristo se presenta en la imagen en la Cruz en el momento preciso de su Expiración.

En el Viernes Santo tampoco hay terciopelos en las vestimentas nazarenas. Sólo la Carretería viste este atuendo, pero en color azul marino, con guantes de cuero y cíngulo dorado, nada más alejado de lo que podría ser una imagen festiva de un nazareno.

Hermandades como la O, la Soledad de San Buenaventura o Monserrat, aún con música, aportan en ella un aire clásico y de recogimiento al paso de sus imágenes. Las cofradías que restan, San Isidoro y la Sagrada Mortaja completan el día con un luto riguroso en su procesionar, sin música. De negro riguroso en la primera y con toda la parafernalia cercana a la de un entierro en el caso de la segunda.

El Viernes Santo se vive en la ciudad de forma muy distinta. Los cuerpos están cansados de la Madrugá y de la acumulación de horas en la calle. El desánimo es palpable en muchos, que ven como la espera para la llegada de la Semana Santa se va consumiendo y los siete días de imágenes, nazarenos, cera, incienso... se esfuman de forma veloz, haciendo más palpable lo efímero de los días más grandes de la ciudad.

Frente a esto, el Viernes Santo es un día para disfrutar plenamente. Ya no hay tanto público abarrotando las calles y la cercanía del fin permite sacar fuerzas de flaqueza para exprimir un día especial, con Sevilla entera de luto camino del adiós definitivo de su gran fiesta.

La O, la veterana

La hermandad de la O es la más veterana de todas las que existen en Triana. Aunque muchos pudieran pensar lo contrario por la devoción que levantan las cofradías de la Esperanza o de la Estrella, es esta hermandad, radicada en la trianera calle Castilla, la primera que se fundó. También es, claro está, la primera que cruzó el puente sobre el Guadalquivir para llegar a Sevilla, un puente que, por aquel entonces, era de barcas sobre un río que aún no era dársena. La O nació el año de 1569 fusionándose a otra hermandad que existía en el hospital de Santa Brígida y dando pie al nacimiento de una parroquia, precisamnente, para acoger a la hermandad. En sus más de cuatro siglos de vida nunca ha salido de Triana.

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