Hay quienes recargan pilas durante la tarde y ansían impacientes la llega de la que muchos denominan la noche más hermosa de Sevilla. Hay otros que se retiran a casa a primera hora de la noche y, tras una mínimas horas de descanso, reemprenden la marcha para ya no descansar hasta bien entrada la mañana del viernes.
Sea cual sea la elección de cada uno, la Madrugá no hay que perdérsela. Triana es una auténtica fiesta, con la Esperanza en la calle. También lo es lo que rodea a la hermandad de los Gitanos, porque ésta es una cofradía que arrastra a un pueblo entero.
La Macarena, por su parte, no tiene parangón. Personas de toda Sevilla y de fuera de la ciudad van exclusivamente a verla pasar, aunque sea una décima de segundo para quedar absortos ante uno de los pasos de palio más equilibrados y cercanos a la perfección que existen en la Semana Santa de Sevilla.
Frente a esto, el recogimiento, la austeridad y la compostura de El Silencio, el Gran Poder y El Calvario. La primera, denominada Madre y Maestra y primitiva hermandad de los Nazarenos de Sevilla, que sirve de ejemplo a las incipientes corporaciones.
El Calvario, ubicada entre las dos Esperanzas, dando un símbolo de humildad y clasicismo con un sabor auténtico de la tradición secular de esta fiesta. Y el Gran Poder absorbiendo las devociones de todos los que salen a su paso. Su zancada imponente, su rostro dañado, sus manos, sus pies... Todo lo convierte en algo sobrenatural.
La Madrugá puede verse en la carrera oficial, en la calle, en la entrada o en la salida de una cofradía, pero es siempre un privilegio poder disfrutarla. Sevilla pasa esa noche despierta y son muchos los que trasnochan con ella para acabar cansados, pero satisfechos. Y contando las horas para la larga jornada que les espera otra vez al año siguiente.
El dogma de la Inmaculada
Tres son los elementos que procesionan en las manos de nazarenos del Silencio como símbolo de la defensa y proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Hace ya tres siglos y medio que los componentes de esta corporación juraron defender con su sangre este dogma de fe y, por eso, todas las Madrugás del Viernes Santo salen a la calle portando un cirio (como símbolo de la luz), una bandera concepcionista (representativa de la Inmaculada) y una espada (como señal de la defensa del dogma). Es llamativo, pero es por ese motivo que en la procesión del Silencio todas las insignias que se portan por los hermanos, una vez que pasa el paso de Jesús Nazareno, están dedicadas a la Virgen María, que define la devoción de esta cofradía.
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