Sonsoles es risueña y utiliza con frecuencia diminutivos al hablar. Esas palabras acabadas en ico, la sinceridad y llaneza de sus expresiones delatan que, aunque lleva 23 años en Madrid, nunca se ha ido de Albacete, su tierra natal.
Fuma un cigarrillo tras otro, "por puro nervio". Es una paradoja para una enfermera de un hospital infantil. Cuando Sonsoles acabó el instituto en Albacete, sólo se podía estudiar Magisterio y Farmacia.
Al igual que empezó a fumar para llevar la contraria y se ponía ropa hippie para diferenciarse del estilo de su hermana, que eligió magisterio, ella estudió enfermería para ser distinta.
Enfermera, en el hospital público
Ahora, tras 23 años de profesión, se siente plena y satisfecha, ha encontrado su lugar en la unidad de traumatología del hospital público Niño Jesús, en el distrito de Retiro.
Es una tarea que requiere ingenio y ternura: jugar con unas natillas cuando llega la medicación, mirar con firmeza a un niño de tres meses, ser fuerte y amable.
LLevar desde 1987 atendiendo a niños ha acostumbrado a Sonsoles a las oleadas de niños pequeños que enferman de bronquitis a partir de octubre o a los montones de incidentes que trae la primavera con sus bicicletas y patines, pero a veces sigue sintiéndose cobarde e inexperta: "Me da miedo la unidad de oncología. No hay manera humana de llegar a una madre que va a perder a un hijo. No tengo armas".
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