Cuentan que El Gran Wyoming profirió un grito ahogado y corrió hacia el escenario –la melena al viento, los brazos abiertos– al saberse ganador del concurso musical Villa de Madrid, allá por 1978. Un lustro después, Los Enemigos grababan su primer maxi gracias al primer premio del mismo certamen. La final del torneo Villa de Bilbao dejó en 1995 bellas imágenes ruidistas firmadas por Manta Ray y, en 2003, por The Sunday Drivers. Estopa triunfó en 1998 en la competición de cantautores de Horta y Bebe, en una convocatoria extremeña en 2001.

Junto a esos nombres, figura una larga lista de formaciones que no lograron saltar del palmarés a una carrera profesional. La victoria en un concurso no garantiza un futuro en la música, mucho menos en tiempos de crisis: "Antes ganabas y tenías más difusión. Las discográficas estaban al loro, buscaban nuevos talentos en los certámenes", explica El Niño de la Hipoteca, un artista que reconoce haber nacido en una muestra de cantautores y que hoy cuenta con dos álbumes en el mercado. Sin embargo, casi todos los artistas coinciden en que los torneos constituyen "un primer paso, un escaparate".

Aparte de los premios económicos, por lo general destinados a financiar grabaciones de discos –el más generoso es el Villa de Madrid– lo que más valoran de los certámenes los participantes es la posibilidad que ofrecen de tocar en determinados escenarios, telonear a artistas de renombre y su repercusión mediática.

Tras ganar la edición pasada del Contempopránea, el grupo Mañana compartió cartel en la cita extremeña con Los Planetas y Love of Lesbian. "Gente que nunca había oído hablar de nosotros y que, por lo tanto, no hubiera venido a vernos a un concierto, nos conoció", explican. The Riff Truckers celebran aún su trofeo en el último Villa de Bilbao. "Después de tocar en el Azkena Rock Festival como parte del premio, nos entrevistaron algunos medios de comunicación y nos han salido varios bolos (conciertos)", se congratulan.

No es fácil discernir qué logros pueden achacarse a un concurso y cuál al mérito de la banda, al esfuerzo y al azar, pero tras quedar en primera posición en el Villa de Madrid de 2009 y lograr su plaza para tocar en el festival Universimad, las cosas llegaron "rodadas" para Idealipsticks: "Grabamos el disco y este comenzó a sonar en la radio", cuenta Javi, 50% de la formación, para quien otro de los grandes atractivos del certamen es poder codearse y trabar amistad con otros grupos: "Las bandas salen adelante con la ayuda de otras. Nosotros conocimos a un grupo de Barcelona que son de nuestro mismo rollo y nos van a ayudar a dar un bolo en su ciudad". Idealipsticks reconoce que ya vive –o malvive– de la música. Los ganadores de este año en la misma muestra, Hoy muero viernes, esperan seguir sus pasos. En el último año los concursos se han convertido en su especialidad. "Participamos en cuatro o cinco, y quedamos finalistas en muchos de ellos". Internet fue su gran aliada: "En una tarde nos inscribimos y mandamos la maqueta a todos ellos. Hace años hubiera sido complicado, pero ahora, con lo digital, sale a cuenta".

Las bandas emergentes con espíritu indie también miran con ojos golosos al Proyecto Demo que organiza el Festival de Benicàssim. Aunque económicamente no es tan desprendido como otros, proporciona "caché, apariciones en Radio 3 y La 2", apunta Pablo, cantante de Chin Yi, ganador en 2010, que reconoce que sus componentes no empezaron a tomar en serio la formación hasta pasar por el FIB.

Los concursos musicales se han multiplicado en los últimos años. A los históricos de pop rock, organizados por administraciones o por festivales, se han sumado nuevas convocatorias patrocinadas por marcas que han encontrado en esos formatos una buena manera de alcanzar a su público objetivo. Esta es nuestra selección: