La inspiración se la proporciona el cuerpo, el cascarón que cubre el amasijo de entrañas, sentimientos y procesos químicos que somos.Desde hace tres años busca modelos, aunque confiesa no estar interesado en crear retratos de las personas que tiene delante.
Las tallas en madera de tilo y nogal creadas por Bruno Walpoth (Bresanona-Italia, 1959), descubren a seres blanquecinos, como embadurnados de una fina capa de harina, recién horneados.
En los humanos que esculpe, que sienten y sufren con expresiones naturales en cualquier rostro actual, no hay posturas forzadas; pretensiones ni artificios.
Melancólicos e inmersos en sí mismos
"No quiero idealizar personajes, simplemente custodiar emociones íntimas con la esperanza de que alguien sepa captarlas", dice el artista.
Se inició en la escultura a los 14 años con un maestro artesano. Desde entonces no ha parado de estudiar hasta el último relieve de los cuerpos con una fijación: "indagar en la forma humana, buscando crear una figura que incluso tenga alma".
Un chico solo, con los brazos caídos, en la vulnerabilidad de estar en ropa interior; una mujer joven que muestra el envés de sus manos como en un ejercicio de meditación.
Las criaturas de madera de Walpoth, esculpidas a tamaño natural, viven un momento vital frágil, echan de menos algo, Miran sin mirar. Están muy lejos. "No diría que se sienten destruidos, pero sí melancólicos e inmersos en sí mismos".
Hasta el 17 de junio el artista del Tirol del Sur expondrá en la galería Frank Schlag & Cie de Essen (Alemania) una selección de medios bustos, que forman parte de su obra más reciente.
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