Los abusos se produjeron en septiembre de 2003. Clemente Fernando contactó con el adolescente a través de un chat de Internet y se citó con él en los alrededores del aeropuerto de Barajas.
La Audiencia Provincial considera probado que, «aprovechando que el adolescente era incapaz para poder prestar consentimiento en una relación sexual», le convenció para que le practicara tres felaciones a cambio de un monopatín.
Clemente Fernando negó los hechos, pero el menor ofreció un testimonio «claro y contundente de lo ocurrido», por lo que la Sala estima «plenamente creíble y verosímil» su relato.
El ligero retraso mental que sufre el adolescente ha sido considerado un agravante para la Audiencia a la hora de dictar sentencia. El acusado puede recurrir ante el Tribunal Supremo.
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